martes, 26 de junio de 2012

De sueños y huidas

Anoche soñé que escribía. Las ideas que quería expresar quedaban plasmadas, con una asombrosa sencillez y fidelidad a lo deseado, en cientos de papeletas que volaban por los aires en un torbellino sin fin. Y me empeñaba en recogerlas para agruparlas en virtud de unos criterios extraños y desconocidos. Pero era un trabajo imposible, como un castigo mitológico. Las reunía en montoncitos de tamaños idénticos, cada uno encabezado por una tarjeta donde, con una letra que no era la mía aunque me resultaba familiar, aparecía en grandes y cuidados caracteres una palabra que no podía descifrar, como escrita en un idioma ya desaparecido, pero que suponía de grandilocuentes connotaciones. Como si tuvieran vida propia, se desbarataban y volvían a bailar por el aire de la habitación con un ritmo burlón y enloquecido. Incluso sentía la caricia fría y seca de sus carcajadas de papel. Y así una y otra vez, hasta que desperté empapado en sudor, estremecido por el aire que se colaba a borbotones a través de los visillos.

Lo cierto es que, últimamente, suelo recordar con bastante exactitud los sueños (y las pesadillas) que me visitan estas primeras y agitadas noches de calor. Consignar todas y cada una de ellas en un cuaderno podría parecer una tarea interesante, e intentar interpretarlas, un auténtico suicidio. Aquí me gana mi pereza proverbial, pues esta labor requeriría levantarme de la cama en cuanto me despertara y ponerme a escribir de forma apresurada y frenética, con el compromiso de completar las notas así transcritas más adelante. Pero mi natural dormilón me lo impide, no sé si para bien.


De una naturaleza similar a la de los sueños es la de la fantasía, esos mundos imaginarios por los que transitamos con frecuencia e, inocentemente, creemos dominar a voluntad. Es una reminiscencia de la infancia. Entonces estábamos convencidos de que los anhelos se verían cumplidos con solo cerrar los ojos fuertemente, hasta que nuestra ceguera se poblaba de diminutos puntos y estrellitas de colores, y pensar con igual intensidad en el objeto de nuestros deseos. Poco importaba que, una vez devueltos a la realidad, eso que tanto esperábamos no apareciera por arte de magia delante de nosotros; seguramente, había fallado algún extraño mecanismo. Sería cuestión de depurarlo la próxima vez.



¿Y qué decir de los recuerdos? Pasamos media vida maquillándolos, puro mecanismo de defensa que nos facilita el olvido de los malos momentos, recreando con deleite y desmesura aquellos que nos proporcionan sensaciones agradables o excusas que justifican nuestro proceder. De tanto manipularlos, llegamos a deformarlos, y aquí no hay arqueología que valga ni método capaz de devolvernos la realidad fidedigna de lo vivido. Es un continuo hacerse y deshacerse con materiales de derribo, puro afán de reconstrucción que amenaza con transformar la misma vida en literatura.



Hay algo a medio camino entre la fantasía y el sueño, entre el deseo, la esperanza y los recuerdos, participando de las características de cada uno de ellos: la huída. Puede ser definitiva o momentánea, fingida o real, pero siempre voluntaria. Implica un riesgo mayor o menor, que puede poner o no nuestra vida en peligro. Ignorancia de lo que pueda suceder, aventura gozosamente asumida, idealización de lo desconocido, descubrimiento enriquecedor, exploración de nuevas realidades, dejarse llevar sin exigir nada a cambio…



No se trata necesariamente de algo espectacular, delirante y rupturista. Solo con salirnos de los caminos que habitualmente transitamos, estamos practicando una huída. Pienso en aquellas ocasiones en que, literalmente, me habría gustado abandonar la carretera seducido por un paisaje que se me antojara evocador, como aquellos pueblos que se deslizan por la ladera de Gredos en su vertiente sur. En más de una ocasión he estado tentado en tomar el primer desvío de la Nacional V a la derecha, antes de llegar a Talavera, y recorrer aquella zona sin rumbo fijo, con la esperanza de encontrar algún valle a modo del locus amoenus por el que suspiraban nuestros clásicos. O subir por la carretera local, por la vía de los Pantanos, seguramente en mal estado, que nos llevaría a un pueblecito llamado Minas de Santa Quiteria, pues el mismo nombre justificaría por si solo una huída. O, alrededor de Cíjara, coger la pequeña carretera que, descendiendo entre pinos, anuncia Navahermosa a ¡80 km.¡
Tomado del cuaderno de notas. "Domingo, 10-6-2012. Hoy el cielo parece que quiere cubrirse de blancas nubes esponjosas. No arranca la furgo. Los de la Mútua vienen enseguida, le dan un chispazo, cojo a los pequeños y hacemos kilómetros para cargar la batería. Casi llegamos hasta la resi. Los coches con los que nos cruzamos llevan las luces encendidas !a las 12 de la mañana! ¿Querrán llamar a un invierno que ya se ha ido?Alex y Sara se duermen. Me gustaría perderme, tomar cualquier carretera y llegar a un lugar nuevo, completamente desconocido y, desde allí llamar a Carmen y a Itziar. "Aquí estamos, no hay nada que hacer y... !esto es tan bonito¡" Porque seguramente sería muy bonito, quizá un lugar ameno, como esos dos o tres que he disfrutado en mi vida. "!Qué bien se está aquí¡" Tumbarse sobre la hierba, cerrar los ojos. La luz, atravesando atropelladamente el ramaje, quiere inundar mis párpados, pero yo solo veo lucecitas brillantes, y se apodera de mí un tremendo deseo de dormir... Porque el tiempo ya no es una espada y el olor caliente de la hierba recién cortada, y el agua cristalina y fresca que salta enre las rocas, y las hojas de los árboles que brillan con un verde rabioso como un millón de espejos, y esos pájaros cuyo nombre ignoro pero que conozco tan bien..."

viernes, 22 de junio de 2012

Una semana de junio y algunos recuerdos


Pinares inclinados próximos a la Puerta del Zarzón (Casa de Campo)
La algarabía de las cigarras, allí, es ensordecedora


Llevo casi dos semanas con el blog medio abandonado, en dique seco, y me mira con reproche cada vez que me asomo a él, echándome en cara mi falta de atención y mis descuidos, como diciéndome: “No estás cumpliendo el trato acordado”. Y aunque no le falta razón, me molesta enormemente, pues durante todo este año nunca me faltaron asuntos que tratar, o nuevas formas de abordar los mismos problemas. En este sentido, hace muchos años leí no sé dónde y no recuerdo a quién, que un autor (se refería, indudablemente, a si mismo) se pasaba toda su vida literaria escribiendo una misma novela, aunque ésta apareciera, a ojos del lector, con títulos diferentes. Y estoy de acuerdo con él. Siempre que aquello que escribas no te aburra soberanamente a ti o a aquellos a quienes va dirigido, es un ejercicio agradable y te llena de satisfacción. Pero, últimamente, cuando me pongo a la tarea, siempre aparece la cara más fea, aunque seductora, de la crisis, y me resisto como gato panza arriba a sus turbios encantos, a hablar de lo mismo, porque ya no le encuentro utilidad alguna.

Itziar y Fernando
Me gustaría referirme a los recuerdos, al poder evocador del canto ensordecedor de las cigarras que el otro día pude escuchar, el primero de la temporada, avisándonos que el verano ha venido para quedarse entre nosotros. Eso sí me apetece.

Pero no hay manera. Haga lo que haga, se cruza por mi camino el Malo con cualquiera de sus mil disfraces y nombres, y me siento en la obligación de dejar constancia de sus actos y de sus mentiras engalanadas de las mejores intenciones, de desenmascarar sus manejos perversos.

Obra de los hermanos Otamendi, se levantó entre 1948 y 1953.
Junto con la Torre de Madrid, Metrovacesa vendió el
edificio España en 2005

Hoy, por ejemplo, podía hablar del buen día que pasamos el sábado 9 de junio con Pepe y Fernando, porque realmente estuvo bien y merece la pena contarlo. Siempre es bueno encontrarse con la familia, sobre todo cuando hay muchos años de diferencia entre sus miembros, y se pueden reconstruir momentos de esas vidas que ya se han ido, escuchando anécdotas del todo desconocidas, o sabidas pero narradas desde otro ángulo, que ayudan a fijar los perfiles de los seres queridos. “¿A que tú no sabías…?” “No, no lo sabía, o no me lo habían contado exactamente así…” Es como una labor de recuperación que no cansa, pues deja un buen sabor de boca al hacerlos un poco más presentes, para que no se vayan del todo, pues han adquirido el peso que otorgan los recuerdos compartidos.


Comiendo con Pepe
El caso es que Pepe, un primo hermano de Carmen, y su hijo Fernando, decidieron “dar una vuelta” a la familia y vinieron desde La Coruña para, después de un par de días en Madrid, viajar hasta Valencia. Era la ocasión perfecta para pasar unas horas juntos aunque Alejandro estaba de excursión en el Retiro. Quedamos a la una y media en la boca del metro de Plaza de España, la que hace esquina con la calle Reyes y coincidimos con una manifestación ciclonudista que bajaba por la Gran Vía. “La verdad es que en Madrid hay gente muy rara”, comentó Fernando, después de hacer un par de fotos.


Performance ciclonudista en pleno centro de Madrid
El edificio que albergaba en su día al hotel Crowne Plaza, desde el que coincidimos con aquella protesta o reivindicación festiva es, con mucho, el que más me gusta de Madrid, el que aglutina esos conceptos de modernidad, elegancia y cosmopolitismo tan difíciles de aunar en un solo objeto. Muchas veces, a sus pies, miraba el cielo y veía pasar las nubes y era como si su enorme fachada se me vinera encima, o quisiera arrebatarme del suelo con unos enormes brazos invisibles. Desde muy pequeño, una de mis mayores ilusiones era subir hasta la terraza que coronaba el rascacielos, desde donde se debía divisar una panorámica impresionante de la ciudad. Por una u otra razón, nunca vi cumplido del todo mi deseo, pues solo una vez, con la excusa de vender unas papeletas para una rifa de navidad, conseguimos colarnos y coger uno de sus 29 ascensores que parecía llevarnos a los interiores de alguna de esas películas españolas de los años cincuenta que pretendían rozar el glamour del American way of life, tan nuevo y flamante era para mí todo ese mundo. Y a través de una de las ventanas del pasillo pude contemplar, a tanta altura, el amasijo desordenado de calles abigarradas que se enredaban a ese lado de la Gran Vía, como arrojadas de cualquier manera por la mano caprichosa de un gigante aburrido. De momento, la ilusión seguirá siendo eso, solo un sueño, pues mucho me temo que el edificio está abandonado, y no creo que, con los tiempos que corren, ningún inversor se quiera hacer cargo de la propiedad…

Restaurante Con dos fogones, en la calle San Bernardino

Tomamos algo en la Taberna Mudéjar y comimos, muy bien, por cierto, en Con dos fogones. Como el tiempo acompañaba, gracias a la tregua que nos había brindado el calor, optamos por tomar el café en una terracita. Sin una meta definida, ya que Fernando no conocía Madrid, cruzamos la Plaza de España desde San Bernardino, y subimos, dejando el Senado a la izquierda, hasta la calle Bailén y la Plaza de Oriente, a esa primera hora de la tarde llena de turistas.
Es un fenómeno curioso este de los turistas. En muchas ocasiones, no es este el caso, cuando les veo a las cuatro de la tarde con un sol abrasador e inclemente pasear por el centro de Madrid sin rumbo fijo, queriendo matar las horas muertas de la sobremesa hispana, en la que el mundo parece que deja de girar, cargados de botellas de agua a las que se aferran como un buceador a su bombona de aire en las profundidades del mar, le pido a Dios que me libre de tal aprieto, de verme en semejante tesitura. Pero hay que reconocer que el barrio, no sé si gracias a o a pesar de la masiva peatonalización de sus calles, no puede ser más agradable, y con las vistas de la Casa de Campo desde Sabatini, el Palacio y la Catedral, esta última presentando casi siempre una intensa actividad, causa asombro al visitante menos sensible. Cruzamos el Viaducto sobre la calle Segovia y encontramos una terraza en las Vistillas, frente al mamotreto que ha perpetrado Patrimonio, cargándose el talud de la Cuesta de la Vega, para albergar las Colecciones Reales. Sobre las cinco y media continuamos el camino, con sendas paradas en San Francisco el Grande y la Plaza de la Paja, hasta llegar al metro de La Latina que nos llevaría a Casa de Campo, quedándose Itziar en Aluche presa de los exámenes, donde nos esperaba Alejandro con el resto de los castores que habían pasado el día en el Retiro.


Itziar, momentos antes de subir al escenario
Si el sábado fue bueno, el miércoles 13 no anduvo a la zaga. Asistimos a la confirmación de Itziar como talentosa actriz de teatro en la representación de la obra de Ignacio del Moral “La noche de Sabina”, bautizada como “Sabina y las brujas” en la adaptación preparada por Jesús Ribote para Pulchinela, el grupo de teatro que dirige en el colegio San Juan García. Sin entender ni poco ni mucho de ese arte, para mí tan ajeno pues la simple posibilidad de hablar en público me aterroriza, debo decir que lo hizo muy bien, incorporando un papel muy largo (Sabina), alrededor del cual giraba toda la obra. Carmen, que a su edad también había hecho sus pinitos, estaba radiante. Y no es para menos. Veía cómo se unía, gracias a un lazo imperceptible, la afición teatral de su tío José Luis, transmitida a sus hijos y a ella misma, con el descubrimiento de esta faceta de Itziar, aunque ya debutara el año pasado, eso sí, con un texto más corto. Alrededor de todo, la figura de MariCruz, otra prima hermana de Carmen, ejemplo de vida dedicada al teatro y a la escritura, cuyo cortometraje basado en un cuento de Ana María Matute, "La felicidad", fue merecedor de varias menciones en otros tantos certámenes cinematográficos. Y para rematar la faena artística, el jueves colgaron en YouTube el video que, como trabajo que tenían que presentar en la clase de música, rodaron Nerea, María, Andrea, Laura y ella misma. No está nada mal.



Como colofón a esta semanita tan cargada de eventos familiares, el viernes 15 celebramos el cumpleaños de Alejandro (que en realidad no tendrá 7 años hasta el 20 de junio), junto con los de Tomás y Diego, en la Casa de Campo Nueva, como llamaba Itziar de pequeña al parque del Barco Pirata que está en la Puerta de Rodajos, al que solía ir con su abuelo Fernando un día sí y otro también. Esa zona comprendida entre las puertas del Zarzón y de Rodajos solíamos patearla cuando vivíamos en la Carretera de Boadilla y en invierno es un auténtico espectáculo de color y sonidos.


Alejandro, Tomás y Diego celebrando su séptimo cumpleaños
Al final, sin proponérmelo, he sido capaz de eludir la crisis y sus engaños recurriendo como tabla de salvación a la vida misma. Quizá esto suponga un presagio, el aviso de una solución: el aferrarse a lo que uno más quiere para coger fuerzas que nos ayuden a aguantar el chaparrón y, de paso, hacer un pequeño homenaje a mi padres que, en una foto que duerme en un álbum familiar, aparecen sonrientes, paseando por la calle de Bailén con el edificio España recién construido a sus espaldas. Ella, más alta, camina por el asfalto vacío de coches y él, más bajito, subido a la acera como intentando igualar alturas, se afana en una conversación. El 20 de junio, el día que Alejandro cumple 7 años, hará 16 que murió mi padre.

viernes, 8 de junio de 2012

Tratamientos sintomáticos... o paliativos

Querría dejar lo segundo como una opción lejana, y a la que nunca se vean obligados a recurrir estos directores de nuestros asuntos, investidos por obra y gracia de las urnas de un tremendo poder sobre vidas y haciendas (ajenas, por supuesto). Lo cierto es que da la impresión de que estos señores, a los que se les supone una formación integral e integradora, pastan con demasiada frecuencia en los prados de Internet y echan mano de las recetas caseras al más puro estilo empírico, ignorando qué resultados pueden obtener con su aplicación. Mero ensayo y error. Si sale barba, San Antón, si no, la Purísima Concepción.


Pero no pasa nada, porque al final, en caso de error, las responsabildades se diluyen como un azucarillo en un vaso de agua.




Las últimas decisiones tomadas por Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid levantan, en mi más humilde y descarriada opinión, una sospecha vehemente. Por un lado, los que están dispuestos a fusilarla pase lo que pase y haga lo que haga, aunque acierte, añadirán una prueba más al catálogo de sus afrentas supuestas o reales. Los que la apoyan incondicionalmente, pues eso, pondrán en marcha la máquina de aceptación acrítica, y andando, que la senda es larga y las tragaderas enormes.

Los que en algún momento intuimos que esta señora oía campanas pero no sabía de dónde venía su metálico gemido, que era cuestión de otorgarle un margen de confianza para que agudizara ese sentido tantas veces y en tanta gente atrofiado (por falta de uso) y emprendiera el camino que consideramos el correcto, por ser el único transitable sin atacar a la libertad, y a la vida como máxima propiedad del individuo, torceremos el ceño lamentando, “!Huy, casi, casi…¡”






La vehemencia de mi sospecha radica en la apariencia de demagogia que tiene el puñetazo sobre la mesa de la Presidenta. Todo el mundo va a aplaudir, abiertamente o en secreto, la reducción a la mitad del número de diputados de la Cámara autonómica, la eliminación de las subvenciones a sindicatos y patronal, el copago de las infraestructuras por parte de sus usuarios, así como el recorte de un 10% en el sueldo de cargos políticos y de un 3% en el de los empleados públicos, con el fin declarado de salvar los puestos de unos treinta mil interinos. Si las dos últimas medidas las puede adoptar el Gobierno de Madrid de forma unilateral, las tres primeras precisan un acto previo de pedagogía política, de creencia en la bondad de una idea determinada de ver las cosas, extremo que ninguno de nuestros próceres, sobre todo los que se alinean en las filas liberal-conservadoras, será capaz de poner en práctica con valentía más allá de la pura soflama (y Esperanza es una experta en dicha táctica), .

La eliminación del 50% de los diputados necesita el apoyo de una mayoría más absoluta que la que tiene ahora el PP en la Asamblea, es decir: el asentimiento de 3/4 de sus miembros, cifra a la que solo se puede llegar sumando los votos del PP, UPyP y… 6 escaños de la izquierda. Ergo, no creo que sea posible implementarla. De este fiasco, no obstante, saldrá reforzada Aguirre: “Mi intención era buena y la quería la gente, pero…”




Enfrentarse a las mafias sindicales y patronales así, en frío, sin caldear el ambiente, puede ser suicida. Las movilizaciones que provocará su mero enunciado, harian la vida imposible al sufrido madrileño. Lo mismo ocurre con exigir, por ejemplo, un peaje en las autovías de Madrid a los usuarios de las mismas o plantear un incremento de nueve euros por crédito en las matrículas universitarias. Mientras se acepte como dogma de fe que unos colectivos, mediante presión o amenazas, puedan obtener unos beneficios que se niegan al resto, no se podrá hacer nada. Y mientras se crucifique, como insolidario y egoísta, a quien defienda una disminución de los servicios públicos no imprescindibles mediante la financiación parcial de los mismos por parte de los que hagan uso de ellos, al mismo tiempo que exige la excelencia en las prestaciones básicas (educación y sanidad, lo que es perfectamente viable hoy en día), con el objetivo último de que la sociedad civil sea quien gestione sus propios asuntos, tampoco.
¿Estaría dispuesto el PP, en general, y Aguirre, en particular, a poner en práctica una política netamente liberal? No lo creo. De momento, parcheamos y enfrentamos la crisis con tratamientos sintomáticos sin tener la más mínima seguridad de que surtan efecto alguno. Atacar los síntomas de la enfermedad en un cuerpo que se supone sano, suele dar buenos resultados cuando ese organismo, por sus propios medios, tiene los instrumentos necesarios para defenderse de los agentes patógenos. Un simple dolor de cabeza, si no se sospecha la existencia de, digamos, un tumor cerebral, se alivia en casi todas las ocasiones con un analgésico más o menos potente.





¿Saldremos de la crisis reduciendo sueldos y eliminando cargos políticos? Si la terapia solo se limita a esto, evidentemente, no, aunque siempre ayuda y consuela el descubrimiento de un chivo expiatorio. Pero a nadie le gusta reconocerse en estado de enfermedad. Si estos gobiernos que se dicen liberales se empeñan en salvar bancos con nuestro dinero, para así poder ocupar (o seguir calentando) algún sillón en un Consejo, o pagar favores inconfesables, dando un pésimo ejemplo a la sociedad... Si se continúa en la tónica de exigir a esa sociedad toda una suerte de sacrificios, y ésta solo percibe irresponsabilidad e impunidad en los que han manejado miles de millones... Si después de una mala gestión, dichos malversadores se van a casa sin responder de los desaguisados con su patrimonio personal, se arriesgarán a un desprestigio tal de la clase política que más les valdría no haber nacido, por el daño irreparable que causarán a la convivencia entre los españoles. Si estos gobiernos que han criticado tanto a los equipos socialistas son incapaces de controlar el gasto público, de saber a quién y para qué se entregan cantidades ingentes de dinero, sin fiscalizar las instituciones que lo reciben con las necesarias auditorías que justifiquen debidamente el desembolso efectuado con el cumplimiento de los objetivos marcados, se expondrán al oprobio y al vilipendio, extendiendo un odio tal a lo político, que nos arriesgaremos a caer en manos de un iluminado, que no dude en afirmar, como aseguran dijo el General: “Vd. haga como yo: no se meta en política”





El caso es que, aunque parezca contradictorio, la parálisis ya está en marcha. Se ha abusado tanto de los  analgésicos y antiinflamatorios que los cirujanos de hierro no se han percatado de la existencia de un tumor que crecía y crecía, con ramificaciones terribles e insospechadas, y ya solo se puede echar mano de la morfina y esperar una muerte lo menos dolorosa posible.


Dejo aquí, tal cual nos ha llegado, un correo electrónico con vocación de cadena, que refleja la situación creada por unos y otros y la falta de alternativa:



“En tres días, la mayoría de las personas de este país tendrán este mensaje. Esta es una idea que realmente debe ser considerada y repasada para el Pueblo.

Ley de Reforma del Congreso de 2011 (enmienda de la Constitución de España)

1. El diputado será asalariado solamente durante su mandato. Y no tendrá jubilación proveniente solamente por el mandato

2. El diputado contribuirá a la Seguridad Social. El actual fondo de jubilación del Congreso pasará al régimen vigente de la Seguridad Social inmediatamente. El diputado participará de los beneficios dentro del régimen de la Seguridad Social exactamente como todos los demás ciudadanos. El fondo de jubilación no puede ser usado para ninguna otra finalidad.

3. El diputado debe pagar su plan de jubilación, como todos los españoles.

4. El diputado dejará de votar su propio aumento de salario.

5. El diputado dejará su seguro actual de salud y participará del mismo sistema de salud que los demás ciudadanos españoles.

6 El diputado debe igualmente cumplir las mismas leyes que el resto de los españoles (irpf, impuestos, seguridad social, etc.)

7. Servir en el Congreso es un honor, no una carrera. Los diputados deben cumplir sus mandatos (no más de 2 legislaturas), después irse a casa y buscar empleo.

Si cada persona pasa este mensaje a un mínimo de veinte personas, en tres días la mayoría de los españoles recibirán este mensaje. La hora para esta enmienda a la Constitución es AHORA.

ES ASÍ COMO PUEDES ARREGLAR EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.

Si estás de acuerdo con lo expuesto, reenvía. Si no, bórralo.

Tú eres uno de mis 20 contactos. Por favor, mantén este mensaje CIRCULANDO.”




martes, 5 de junio de 2012

Tiempo de héroes. Aluche, 2 de marzo de 1989


Pasadas las doce y media de la mañana del jueves 2 de marzo de 1989, los capitanes Alfredo Vidal Montero, de 33 años, y Ramón Garrido de la Parra, de 30, acompañados del subteniente mecánico José Rodríguez Montero, de 50 años de edad, embarcaron en el helicóptero Puma Aeroespatile SA-330, del 402 Escuadrón del Ejército del Aire, en el aeródromo militar de Cuatro Vientos, para realizar un rutinario vuelo de instrucción.




Croquis publicado el 3 de marzo en el ABC



Se dirigieron hacia el norte, sobrevolando los barrios del distrito de Latina, como San Ignacio de Loyola, Las Águilas o Parque Europa, dejando a babor el extenso Polideportivo de Aluche y el desmonte que, por aquellos años, separaría dicha zona recreativa de la Avenida de los Poblados.




"La Vanguardia" también se hizo eco del trágico accidente



Al cabo de pocos minutos detectaron que algo no funcionaba como debería en la máquina, y comenzaron a perder el control de la misma. Se aproximaban al trazado del suburbano, donde el conductor de un convoy que acababa de abandonar la estación de Empalme en dirección a la de Aluche, viendo las extrañas evoluciones de la nave sobre sus cabezas, decidió detener el tren. Cundió el pánico entre los pasajeros del metro, que se agolparon en las puertas de los vagones intentando huir, así como entre los alumnos del colegio y del instituto, al ver cómo se precipitaba sobre ellos el helicóptero envuelto en humo, en llamas y acompañado de un ruido infernal. Los tripulantes del Puma Aeroespatile eran conscientes de que no podían regresar a la base y tampoco tenían el espacio suficiente para tomar tierra. El helicóptero se abalanzaba sin remedio sobre las vías y la vaguada que separa el metro del colegio La Latina y el instituto Blas de Otero. Todo parecía indicar que iba a estrellarse contra este último, cuando consiguió remontar el vuelo y, en pleno ascenso, se produjo la primera explosión, que provocó el desprendimiento de una parte del fuselaje, que fue a caer sobre el tejado del instituto. Viró a estribor, casi rozando el alto edificio de viviendas contiguo al Blas de Otero, como si intentara alejarse de un área tan densamente poblada, realizando una maniobra evasiva, y tuvo lugar la segunda y definitiva explosión, que destrozó por completo la aeronave, esparciendo los restos varios cientos de metros a la redonda, aunque el grueso se concentró en la verja del colegio.




ABC, 3 de marzo de 1989

José Rodríguez Montero, de 50 años, Ramón Garrido de la Parra, de 30 y Alfredo Vidal Montero fallecieron en el acto, no sin antes, según recoge "La Vanguardia", hacer señas a los niños que estaban en el patio para que despejaran la zona. Fueron las únicas víctimas.


Hoy, 23 años después, ¿quién se acuerda de ellos? Ni un homenaje, ni una triste estela en el patio del colegio, o un pequeño monumento en su honor en los alrededores… Sólo el silencio y, lo que es peor, la culpabilidad mal disimulada que los periodistas, políticos y asociaciones vertían sobre todo el ejército. Aunque admitían y aplaudían la pericia de los fallecidos, se lamentaban de que todavía volaran esos aparatos sobre barrios tan densamente poblados como el nuestro, poniendo en peligro la seguridad de tantas vidas, sin saber que ese helicóptero tenía como misiones el servicio de búsqueda y salvamento (SAR) y el transporte de órganos destinados a trasplantes.




ABC, 3 de marzo de 1989



Pero eran militares. Dicen que, a la hora del accidente, la una del mediodía, se encontraban, entre el colegio y el instituto, en el patio y el comedor, unos mil críos, desde preescolar hasta C.O.U. En los alrededores, más de trescientas viviendas y un centro comercial en plena hora punta, sin contar con los pasajeros que viajaban en la, entonces, L-10 de metro, entre Aluche y Empalme. La tragedia, de no haber mediado la sangre fría de José Rodríguez Moreno, Ramón Garrido de la Parra y Alfredo Vidal Montero, habría alcanzado unas dimensiones dantescas de tal calibre, que los muertos se contarían por centenares.


Al tratarse de militares, y como todos se debían a su fama, protestó enérgicamente la Asociación de Vecinos de Aluche, exigiendo “responsabilidades a quien corresponda”, siguiendo la estela de unas declaraciones similares emitidas por algún miembro de Izquierda Unida.



ABC, 3 de marzo de marzo de 1989.
Acera de los impares de la C/ Maqueda. Frente al instituto
Blas de Otero, restos del helicóptero


La capilla ardiente fue instalada en una sala del Hospital del Aire, y aparte de familiares, amigos y compañeros de los fallecidos, solo pudieron acceder a la misma un grupo de alumnos del Instituto Blas de Otero que, agradecidos, depositaron sobre los ataúdes sendas coronas de flores y alabaron la valentía de esos hombres que sacrificaron sus vidas por salvar las de muchos otros.

En un mundo tan ayuno de heroismos, no estaría de más dedicarles, al menos, un recuerdo a estos tres hombres. D. e. p.

viernes, 1 de junio de 2012

Ampliación de Carlos III. Ensayo de corrupción

Carlos III (1716-1788), Carlet para los amigos
Entre 1992 y 1993 trabajé en la catalogación del fondo bibliográfico del siglo XVIII conservado en la Biblioteca del Palacio Real (Madrid). El proyecto contemplaba, además de la descripción del material librario, la asistencia a una serie de conferencias o clases relativas a la bibliografía del periodo en cuestión, la tipografía, el comercio… y todo aquello que tuviera que ver con el mundo del libro, de su creación, ilustración, encuadernación, restauración e industria. Las tareas las organizaba, planificaba y supervisaba personalmente la directora de la Biblioteca Real, María Luisa López Vidriero, a la que no se le escapaba el más mínimo detalle, y con la que aprendí lo mucho o poco que sé de fondo antiguo, y supo inculcarme un gran amor por el mismo, lo que me ayudó enormemente en mi carrera profesional.

En una de esas charlas-conferencias, el encargado de la lección se refirió, como de pasada y sin darle mayor importancia, porque apenas tenía que ver con la materia que estaba dictando, a la ampliación de Carlos III, esa especie de añadido (ampliación, lógico) que sufrió el Palacio hacia el este durante el reinado de dicho monarca.

La noticia, como otras miles, la aparqué en algún rincón de la memoria, y solo asomaba la cara de vez en cuando, al pasear por la calle Bailén, y con mayor frecuencia, a raíz de mi creciente interés por el XVIII español como asunto literario completamente desaprovechado, a la espera de un novelista o cineasta capaz de explotar ese filón con el que se tropieza a cada paso, pero no logra apreciar en su justa medida.


Vistas de las cuatro fachadas de Sachetti.
Carlett no había decidio, todavía,  cambiar los muebles del
despacho de su antecesor, alegando la manida razón de la dignidad...
 
Se dice que el Rey proyectó esa reforma para instalar allí las dependencias de su mujer, María Amalia de Sajonia, quien no llegó a ocuparlas, al fallecer al poco de llegar a Madrid desde Nápoles.

Se trata realmente de un pegote que rompe la simetría del edificio. Los monarcas patrocinadores de la construcción del Palacio Nuevo, ya habían rechazado varios proyectos, como el de Juvara, que triplicaba el espacio construido, por su elevadísimo coste. Podemos considerar la ampliación como un capricho, un golpe de poder de una persona excesivamente pagada de sí misma. Carlet, como cariñosamente le llamaba su madre, Isabel de Farnesio, puede ser considerado como nuestro primer gobernante contemporáneo, el que ha pasado a la historia con el calificativo del rey más grande de España, el culmen de la Ilustración, el mejor alcalde de Madrid, máximo protector de las ciencias y de las artes,… Acumula sobre su persona toda suerte de hipérboles de un descarado servilismo, eclipsando las figuras de sus antecesores y, al adoptar el papel de medida de todas las cosas, mediatizando, por comparación, cualquier análisis serio de sus sucesores. El despliegue de elogios acríticos al que asistimos, con publicaciones, exposiciones, congresos y demás aparato publicitario en 1989, al celebrarse el segundo centenario de su fallecimiento, poco tiene que ver con la forma prácticamente inadvertida en que se desarrollaron los fastos conmemorativos del tercer centenario de la dinastía, el año 2000.

El Palacio Real en una ilustración de Fernando Aznar

   

Nadie como Carlet hizo, hasta ese momento, un uso más descarado del autobombo y de la propaganda de su persona. Admito que la simpatía que me inspiran su padre y su hermano Fernando, como materia literaria, insisto, me ciega, pero hay que reconocer que algunos actos protagonizados por el Rey dicen mucho de su persona y le aproximan bastante a presidentes, directivos y políticos de cualquier pelaje de los que tanto abundan hoy en día. De ahí que le haya endosado el calificativo de gobernante plenamente contemporáneo.


Planta del Palacio Real Nuevo, obra de Sachetti
 
La imagen de monarca culto e ilustrado se desdice mucho a tenor de una de las primeras medidas que tomó al llegar a Madrid. Vivía por entonces en la corte Carlo Broschi (1705-1782), más conocido como Farinelli, una de las voces más importantes en la historia de la música. Acogido por Felipe V y Fernando VI, dirigía los teatros de Madrid y Aranjuez, introduciendo la ópera italiana. Con una enorme influencia sobre los monarcas, jamás la utilizó para lucrarse, y nunca se le conocieron escándalos financieros, disfrutando, como la hacía, de un enorme ascendiente sobre las personas de los monarcas. Pues bien, su condición de castrato debió escandalizar tanto al mejor alcalde de Madrid, que después de afirmar que solo admitía capones como alimento en su mesa, expulsó a Farinelli de España tras 25 años de residencia en Madrid.


Impresionante panorámica del Palacio de Caserta, corte de Carlos VII de Nápoles,
que apenas pudo disfrutar pues, antes de verlo terminado, tuvo que venir
a Madrid a ceñirse la Corona española, el pobre...

Monarca culto, ilustrado… y humanitario. La relación con, al menos, dos de sus hermanos no podía ser más, digamos, curiosa. Por un lado, asistió a la enfermedad de su hermano Fernando, recluido en el castillo de Villaviciosa de Odón, como un buitre a la espera del último aliento de la res agonizante. Puso como espía e informante de la misma a su hermano pequeño, Luis (1726-1785), que renegaba cuanto podía de esta obligación, quejándose molesto de la demencia del aún rey de España. Este mismo Luis, nacido Cardenal, pudo renunciar a su condición eclesiástica, obligándole Carlos III a contraer matrimonio morganático con el objeto de alejar de la sucesión al trono a sus hijos. A su vez, el propio Luis, con su familia, ya no podrían residir en la Corte. En el mismo sentido de poner tierra entre su persona y sus potenciales enemigos también se encuentra la innecesaria expulsión de los jesuitas, ejemplo de moderna demagogia verificada de la peor manera posible, de creernos los relatos que han trascendido de la misma.

Isabel de Farnesio, temiendo de Fernando VI la desalojara del palacio
de La Granja, se construyó este de Riofrío. Pero apenas vivió aquí.
Se utilizaría ocasionalmente como pabellón de caza y, de forma
más prolongada, como secadero de jamones. Curioso

Monarca culto, ilustrado, humanitario… y trabajador. Se rodeó de lo que en el siglo XX se denominaría tecnócratas, creando las suficientes rencillas entre ellos, o potenciando sus enemistades, con el objeto de, sin hacer nada, mantener un estricto control sobre sus actos.

"Los capones, solo en la mesa", exclamaría nuestro Carlet.
Hombre íntegro y honrado, Farinelli se fue de Madrid tras servir fielmente
a Felipe V y Fernando VI durante !25 años!


Monarca culto, ilustrado, humanitario, trabajador .. e impulsor de la economía nacional. No hace mucho, vimos en TV una película, “El secreto de la porcelana”, que trataba este asunto y los intereses personales del monarca en los beneficios que podían obtener, no solo las arcas públicas, con la protección de este sector, practicando el espionaje industrial, y provocando la precipitada salida de Aranda del Gobierno.

En fin, todos estos detalles los podemos trasladar a cualquiera de los dirigentes de hoy en día, tan duchos en la práctica de fingir lo que no son, realizar gastos innecesarios y superfluos, deshacer las obras realizadas con anterioridad para dejar huella de sus personas, envolverse en grandes conceptos en los que no creen, usar y abusar de la demagogia, mezclar con descaro los intereses públicos y los privados, y dejar tras de sí un erial al no labrar un futuro formando a los que les pueden suceder en el futuro. Después de mí, el diluvio...
Al menos nos quedan las maravillas tipográficas de un Sancha o un Ibarra que nunca defraudarán...



Castillo de Villaviciosa de Odón. Los últimos meses de vida de Fernando VI
transcurrieron en el infierno de la demencia entre estas cuatro
paredes, mientras Carlos III peparaba su entrada triunfal en Madrid.
Ni un ápice caridad ni de compasión ...

Nota: Las ilustraciones, a excepción del Castillo de Villaviciosa y el retrato de Carlet, las he tomado de un blog muy interesante: Retratos de la historia