viernes, 11 de mayo de 2012

De "La guerra de los mundos" a un mundo en crisis, seguido de unas notas de esperanza y humor.



En 1979 se publicó en España la sinfonía-rock creada por Jeff Wayne “La guerra de los mundos” y al poco tiempo me debieron regalar el disco. Junto con “Evita” y “Jesucristo Superstar” forma parte de mi escasita educación musical de la cual, no obstante, hacía gala en mi adolescencia, y que llegaba a exasperar a mi padre. Tanto la ostentación, como la misma ignorancia, que quería paliar con una suave inmersión en la música clásica, a la que yo, por conflicto generacional supongo, me resistía. Más de treinta años después no he conseguido suplir esa carencia. Me veo a los 13 años, la edad que tiene ahora mi hija mayor, encerrado y a oscuras en la habitación que compartía con mis hermanos, tumbado en el sofá-cama mientras el tocadiscos emitía, una y otra vez, la voz cavernosa de Teófilo Martínez declamando las primeras líneas de “The Eve of the War”, capítulo inicial de la inmortal novela de H. G Wells que vio la luz en 1898, ¡menudo año!:



“Nadie hubiera creído a finales del siglo XIX, que la vida humana estaba siendo observada desde los mundos infinitos del espacio. Nadie habría podido soñar que estábamos siendo estudiados como se examinan bajo un microscopio los organismos en una gota de agua. Pocos hombres admitían incluso la posibilidad de vida en otros planetas. Sin embargo, a través del abismo espacial, mentes infinitamente superiores a las nuestras dirigían su codiciosa mirada hacia esta tierra. Y lenta, pero inexorablemente, dispusieron sus planes contra nosotros...”




Entonces me resultaba emocionante, así como los cuatro o cinco temas musicales de la obra y su inquietante final. Los dibujos del libreto, que recogía también las letras en inglés de las canciones, con las fotos de sus intérpretes, transmitían el clímax de pánico, de no saber qué hacer ni a dónde huir para defenderse de los extraterrestres: 
The chances of anything coming from Mars
are a million to one, he said.”

De un mundo que había alcanzado las más altas cotas de progreso, bienestar y libertad conocidas hasta entonces, donde la ciencia sorprendía diariamente a todos con nuevos e importantes descubrimientos y avances; en el que las distancias entre los continentes se acortaban vertiginosamente y las comunicaciones se agilizaban y abarataban… De ese mundo que representaba lo mejor del siglo XIX, por ser su lógica culminación, y de la civilización hasta entonces conocida se pasaba, nadie sabía muy bien porqué (mero preludio de los desastres que asolaron Europa pocos años después), a otro donde se mezclaban los ricos con los “mendigos y parias” (en palabras de Wayne) en la lucha por preservar sus vidas y haciendas de una amenaza que se escapaba a la razón, mientras se derrumbaba un Londres cosmopolita, moderno y gigante, y el buque de guerra “Thunder Child” se enfrentaba inútilmente a la imponente y metálica criatura venida del espacio para ser aniquilado, ante la sorpresa y el anonadamiento de los espectadores que en él habían puesto todas sus esperanzas de salvación, con una pasmosa facilidad:
“The chances of anything coming from Mars
are a million to one. But still, they come!”

Una estupefacción no muy diferente es la que padecemos hoy en día, pero sin un Hijo del Trueno capaz de apuntar sus cañones hacia el monstruo de la crisis.

Alex Kicillof, en sí mismo todo un comité de sabios al servicio de los caprichos
de su Presidenta, Cristina Kirchner

Hoy solo se disparan las señales de alarma que pocos parecen escuchar.
El sobresalto es una constante en nuestras vidas, aunque todavía conserva esa rara capacidad de aturdirnos, y su atención sustrae un tiempo precioso que podíamos dedicar a otras tareas. Con el sopor de un verano que ha llegado sin pedir permiso y sin avisar, intento hilvanar con coherencia las noticias que tanto nos ocupan, pero al instante me veo superado por nuevos despropósitos que impiden dotar de cierta lógica al discurso.

¿Qué está pasando?
Reconozco que mi cabeza está en otra parte. En lugar de empaparme de los planes de operaciones de los ejércitos en Extremadura, de la composición y origen de sus unidades o de las biografías de sus mandos y los avatares de sus tropas, me distraigo con los rescates y nacionalizaciones de bancos y cajas, las reformas emprendidas por (o que amenaza con abordar el) Gobierno, los tijeretazos y recortes, las protestas, con o sin fundamento, en el ámbito de la educación pública, o cualquiera de los otros mil tentáculos que va generando esta monstruosa crisis y que amenaza con cubrirlo todo.

La Presidenta de Argentina a la que, si no me equivoco, se le
concedió la llave de Madrid. ¡Cuidado con las carteras...!

Al final hago oídos sordos a lo que me pide el cuerpo y se me aparece, pongamos por caso, un Rodrigo Rato saliendo de Bankia como lo haría un elefante de una cacharrería, barritando bajito y sin mirar hacia atrás. O este chaval de nombre imposible, formación keynesiana y cara de telenovela de/para adolescentes australes, Axel Kicillof, susurrando a la viuda Kirchner la receta mágica para paliar los problemas energéticos pamperos dándole, además, una patada en salva sea la parte a esa madrastrona que es, ha sido y siempre será España… O esos dizque liberales, deslumbrados por las economías emergentes asiáticas, donde es conocido por todos su respeto por la persona, su libertad y sus derechos, que no verían inconveniente alguno en aplicar una batería de medidas draconianas que pisotearían los principios que defienden con tanta porfía. O la teutona Merkel, que todavía anda buscando el lugar bajo el sol que se merece una Alemania, tan imperialista y tan dada a experimentos sociales de triste memoria, empeñada en ser la locomotora de Europa a costa de su propia vida (la europea, claro está).

Todo vale, excepto exigir a cada cual lo que de él se espera, cosa que nadie parece plantearse.

A los bancos (zapatero a tus zapatos), que se limiten a comerciar con dinero y que devuelvan los inmuebles a quienes, sin capacidad hoy de hacer frente a sus hipotecas, puedan saldarlas en un plazo de tiempo más largo a cambio de abonar cuotas más pequeñas. Una mente no obnubilada por los cantos de sirena de una política tremendamente intervencionista y “estimuladora” (casi consoladora) vería con claridad que es mejor recibir 10 en 30 años en lugar de en 20, que no recibir nada y acumular un stock de viviendas que no hace más que dislocar un mercado libre, y “obligar” a los gobiernos que se presten a ello a salir en su ayuda con el dinero de todos.

A los pijos iluminados de altas escuelas de negocios sudamericanas, dedicarse a las empresas de papá, viajar hasta el infinito y más allá, y no calentar la cabeza a tiranuelas de tres al cuarto, émulas de Eva Perón, la mayor aportación hispana a la historia inacabada de la demagogia universal; y a las corporaciones industriales que teman ser expropiadas por estos sujetos, proceder a una rápida desinversión de capital en dichos países, después de desmantelar las infraestructuras por ellos creadas y buscar nuevos horizontes, ya que el mundo es enorme y está cuajadito de posibilidades de negocio, siempre que se quieran buscar y respondan a las necesidades de la gente.

A los aprendices de empresarios, que cifran todos los remedios en la "flexibilidad" de un mercado laboral que no existe, enseñarles que, si pretenden dárselas de tales, la operación resultante de restar a los beneficios obtenidos los gastos generados en su producción nunca debe ser igual a cero. Si en sus cálculos y previsiones eso es lo único que se obtiene, dedíquense a otra cosa. Ya lo apunté hace poco: si uno no tiene dinero para comprar gasolina, mejor haría deshaciéndose del coche, para ponerlo en manos de aquel que sí sepa hacer un buen uso del mismo. Los experimentos consistentes en trabajar las mismas horas por menos dinero, más horas por el mismo dinero o, rizando el rizo hasta la locura, y doy fe de esto último, más horas por menos dinero, si no se aplican de la misma manera a todos, y no responden a un plan previsto de antemano con unos plazos acordados de ejecución y un calendario perfectamente definido y delimitado, comprometiendo fechas de inicio y fin, no solo resultan contraproducentes, si no que crean una animadversión y hostilidad cuyas heridas tardan en cicatrizar. Pues el incremento del esfuerzo, si no es voluntario y consensuado, para lo cual debe mediar el ejemplo y la emulación, no tarda en convertirse en sacrificio, holocausto e inmolación en el altar de un dios terrible y caprichoso, al que no podemos poner rostro.

Y a la alemana, ¡qué sé yo!, que los tiempos de los Reich ya han pasado, que recuerde lo que le costó a Europa la asunción de su patio trasero, que todavía no está del todo integrado, y que, por encima de todo, así como no hay dos personas iguales, tampoco existe la igualdad entre los países, que eso no es más que un sueño imperial extemporáneo y un tanto ridículo (y caro, muy caro). Pero ya se sabe: siempre se ha admirado más a la tiranía que a la libertad.


La estilosa Eva Perón asombró, en 1947,  a una España
hambrienta que restañaba aún las heridas de
la guerra civil, cambiándose de
costosísimos vestidos y aderezos tres o cuatro veces al día.
Esta es una de las madres del "tó pal pueblo".

Por encima de cualquier otra consideración, les pediría a todos que comprendieran que en este mundo, menos la muerte, nada es inevitable y que no podemos esperar la suerte que tuvieron los personajes de Wells cuando las bacterias terminaron con la vida de los que manejaban esas máquinas de hierro que pretendieron dominar el mundo.
Estoy con Beth, la mujer del pastor agonizante de la sinfonía de Jeff Wayne, que confiaba en la venida de alguien que, con su ejemplo de heroísmo, valentía y fortaleza, grabara en el espíritu del hombre las claves necesarias para levantar la civilización de sus cenizas, siempre y cuando esta mereciera ser rescatada:

“There must be something worth living for.
there must be something worth trying for.
even something worth dying for.
And if one man can stand tall.
there must be hope for us all.
Somewhere , somewhere in the spirit of man”

Como todavía soy optimista y conservo algo de humor, dejo aquí una de las explicaciones más claras de esta crisis económica que, además, ha merecido un premio en el X Festival de cortos en internet. Como decía ese personaje de Quino, las cosas no están tan mal como para tomárselas a broma. ¿O sí?

3 comentarios:

Carmen MdlR dijo...

Aunque me esté mal en decirlo... me parece brillante... no he leído ningún artículo mejor sobre este sinsentido que llaman "crisis", ni siquiera en gente a quien se le presupone cierta capacidad de análisis... me ha encantado y mira que en temas de estos es complicado que tú y yo coincidamos :-)

elena clásica dijo...

Querido Nacho:

Así que nos traes al bueno de H.G. Wells, ¡casi nada! una buena metáfora la que Wells como otros novelistas de ciencia ficción recogen sobre "las invasiones" que se avecinan. Novelistas y visionarios diría yo, inventaron máquinas más o menos acordes a aquellas que nos rodean hoy en día pero en el trasfondo del mundo separado bajo la apariencia de la globalización se han equivocado poco.

A finales del siglo XIX y principios del XX se vislumbraba un mundo tecnológico que abría unas posibilidades de mejora social y personal para el ser humano gigantescas. Ahora bien, Wells parece conocer en su profundidad las grandes novelas románticas, seguramente amaba a Mary Shelley y a Stevenson y en fuero interno resonaba el peligro de robarle el fuego a Prometeo: el avance es positivo cuando lo llevamos de la mano, nunca nos dejemos dominar por él. Pues si nos encaminamos, como bien explicas a un mundo de tecnología ultramoderna mientras otros mueren de hambre tirados por las calles, ¿en qué nos hemos convertido? Desde luego, no estamos avanzando, no, estamos retrocediendo. Ya vendrá Kubrick en el siglo XX a traducirnos en imágenes la filosofía de Nietzsche y a explicarnos donde radica la verdadera esencia del superhombre.

Y es que parece que estos grandes escritores, filósofos o cineastas se tocan de la mano.

Una novela y tantas adaptaciones inolvidables de "La guerra de los mundos", en mi mente siempre resonará la cita que abre la obra del astrónomo Kepler :

"¿Pero quién habitará en esos mundos si están habitados?... ¿Somos nosotros o ellos los señores del mundo?... ¿Y cómo, entonces, están todas las cosas hechas para el hombre?"

Una profunda reflexión filosófica bajo el fasto y la espectacularidad de la invasión de los marcianos.
El hombre ya no es la medida de todas las cosas, aunque la Inquisición quisiera acallar con el fuego purificador las declaraciones del demonio. Ah, contra eso, se puede hacer poco, si no es a través de la metáfora, ¡bendita sea! cuánta libertad nos ha regalado en la historia. Pero ya estamos en otros tiempos y el hombre sigue mirando al cielo en busca de sentido, interrogándose sobre la magnitud del universo y la pequeñez de nuestro planeta. Una perspectiva irrenunciable, y con una conciencia cósmica adecuada, la amplitud de miras del hombre sobrepasa sus límites, y mira con igual intensidad hacia las estrellas y hacia sus semejantes.

Ahora me acuerdo de "La máquina del tiempo", preciosa alegoría sobre el mundo venidero: se ha acabado la clase media, y hay dos bandos extraños, unos viven sobre la superficie, bellos, rubios, estilizados, pero sin cultura, sin memoria, y otros, los "Morlock" viven en la oscuridad, en el subsuelo y necesitan de los "Eloi" para alimentarse.

Me parece que yo también quiero retornar corriendo a la máquina del tiempo y volver a la certeza de mis días, a los escaparates conocidos, a la gente de mi época, a los que quiero y olvidarme del futuro, pero no encuentro mi máquina, y me he quedado atrapada en un mundo absurdo donde muchos fueron relegados a las sombras y aparecen para devorar la mentira. Parece que Wells hubiere conocido en sus viajes imaginarios a alguno de los personajes políticos actuales que mencionas, yo no quiero ni rozarlos.

(continúa)

elena clásica dijo...

(Continuación)


En cambio, traigo un poco de alegría con una cita de un poeta maravilloso, John Donne, y me voy al siglo de Kepler, además solo se distancian un año en su nacimiento, la sincronía universal acude en mi ayuda, ¡gracias!, ahí va:

"¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.

Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."

Ah, los políticos deberían leer más, conocer a los clásicos, sentir la piedad de los antiguos a sus dioses, pues ellos simbolizan la naturaleza, y soñar, soñar mucho...

Magníficas tus palabras de las que siempre aprendo. Un abrazo, Nacho, mi Carmen, peques ¡y no tan peque!

Besazos.