Una vista del valle que riega el Guadalefra tomada desde el búnker (Pinchar en la foto para ampliar la imagen) |
"Todo el valle de la Serena es un impresionante escalonamiento de fortificaciones rojas. Kilómetros y kilómetros de alambradas, toneladas de hierro y de cemento, refugios perfeccionadísimos, nidos de ametralladoras, chabolas confortables; hasta el lujo de caminos cubiertos por los que transitaban inpunemente [sic] y con toda comodidad los mulos que habían de aprovisionar las primeras líneas de trincheras"
Enrique de Angulo. Cómo luchan nuestras tropas en Extremadura. "ABC" Edición de Sevilla. 14 de agosto de 1938
El sábado 17 de marzo decidimos reanudar la visita infructuosa que hicimos en Año Nuevo a los restos de la guerra en el valle del Guadalefra con mi amigo Antonio y Cía.. En estos tres meses tuve tiempo para documentarme, gracias a las noticias recogidas en las obras de Martínez Bande, la monumental de Ramón Salas Larrazábal y los artículos de Juan Miguel Campanario, a algún folleto turístico de asociaciones locales surgidas al abrigo de la memoria histórica y, sobre todo, a las magníficas fotografías aparecidas en el blog de Manuel Gallardo.
Así que, después de comer y de la preceptiva siesta de los pequeños, cogimos la furgo y enfilamos una ruta distinta de la que nos falló aquel 1 de enero. Llegamos a Castuera, tomamos la carretera en dirección a Villanueva de la Serena y, a los quince kilómetros, aterrizamos en Campanario. Aquí, mi falta de previsión y de orientación me jugaron una mala pasada, pues no fui capaz de localizar el famoso búnker, los dos puentes y el racimo de trincheras que componen el escenario bélico del lugar. Mea culpa.
Desde que llegamos a la gasolinera, y a raíz del desconocimiento que mostraban aquellos a quienes me dirigí, comenzamos a interrogar a todo aquel que se cruzaba por nuestro camino, pero ninguno sabía de lo que estábamos hablando.
Otra toma desde el búnker. Al fondo se puede ver Castuera (Pinchar en la foto para ampliar la imagen) |
El sábado 17 de marzo decidimos reanudar la visita infructuosa que hicimos en Año Nuevo a los restos de la guerra en el valle del Guadalefra con mi amigo Antonio y Cía.. En estos tres meses tuve tiempo para documentarme, gracias a las noticias recogidas en las obras de Martínez Bande, la monumental de Ramón Salas Larrazábal y los artículos de Juan Miguel Campanario, a algún folleto turístico de asociaciones locales surgidas al abrigo de la memoria histórica y, sobre todo, a las magníficas fotografías aparecidas en el blog de Manuel Gallardo.
Así que, después de comer y de la preceptiva siesta de los pequeños, cogimos la furgo y enfilamos una ruta distinta de la que nos falló aquel 1 de enero. Llegamos a Castuera, tomamos la carretera en dirección a Villanueva de la Serena y, a los quince kilómetros, aterrizamos en Campanario. Aquí, mi falta de previsión y de orientación me jugaron una mala pasada, pues no fui capaz de localizar el famoso búnker, los dos puentes y el racimo de trincheras que componen el escenario bélico del lugar. Mea culpa.
Desde que llegamos a la gasolinera, y a raíz del desconocimiento que mostraban aquellos a quienes me dirigí, comenzamos a interrogar a todo aquel que se cruzaba por nuestro camino, pero ninguno sabía de lo que estábamos hablando.
- Sí, hombre. Se trata de un búnker destruído, el puente de Tablillas, también en ruinas, que cruza el Guadalefra, otro puente más y un montón de trincheras. Lo hemos visto en fotos y seguro que está por aquí.
- Ah, sí - contestaban. Ahí abajo hay una finca que se llama Tablillas, pero el puente sobre el Gualefra es nuevo. De ese búnker, no sé nada, aunque sí hay muchas trincheras donde la ermita de Piedra Escrita. ¿La conocen?
- Si, si... pero no es ahí - Corté tajante
- El caso es que aquí hubo muchos tiros, en un lado estaban los rojos y enfrente los de Franco. Dicen que fue terrible
- Ya, ya sé.. Bueno, pues muchas gracias, de todas formas.
La impaciencia de los niños y la proximidad de la noche, además de un conato de frustración que temía fuese en aumento (!una tarde perdida!), me empujaron, como siempre, a optar por la alternativa más fácil, que no siempre es la mejor. Atravesamos el pueblo y nos encaminamos, otra vez, a la ermita de Piedra Escrita. En el trayecto, nos tropezábamos con pequeños grupos de hombres y mujeres que regresaban a sus casas después de esas largas y casi interminables caminatas que acostumbran a darse en los pueblos, a quienes parábamos y de los que solo obteníamos sorpresa y extrañeza como única respuesta. La carretera desciende dibujando varias revueltas hasta desembocar en el pequeño valle que ya conocíamos, presidido por una elevación sobre la que se levanta la ermita. Allí nos encontramos a Rocío y a su padre. Paramos el coche, bajaron los niños a dar unos tumbos y volvimos a preguntar.
La impaciencia de los niños y la proximidad de la noche, además de un conato de frustración que temía fuese en aumento (!una tarde perdida!), me empujaron, como siempre, a optar por la alternativa más fácil, que no siempre es la mejor. Atravesamos el pueblo y nos encaminamos, otra vez, a la ermita de Piedra Escrita. En el trayecto, nos tropezábamos con pequeños grupos de hombres y mujeres que regresaban a sus casas después de esas largas y casi interminables caminatas que acostumbran a darse en los pueblos, a quienes parábamos y de los que solo obteníamos sorpresa y extrañeza como única respuesta. La carretera desciende dibujando varias revueltas hasta desembocar en el pequeño valle que ya conocíamos, presidido por una elevación sobre la que se levanta la ermita. Allí nos encontramos a Rocío y a su padre. Paramos el coche, bajaron los niños a dar unos tumbos y volvimos a preguntar.
- Sé que se apellida Gallardo, es un chico joven que tiene un blog...
- Gallardo, aquí, somos casi todos. Yo también me llamo Gallardo- sonrió Rocío.
Nada. Por lo visto, había un puente, pero una crecida del río se lo llevó por delante, así como a un montón de ovejas, fue una auténtica catástrofe. El que hay ahora es nuevo, no tendrá más de 30 años.
- Trincheras hay muchas, ahí enfrente. Pero ya casi es de noche. Si venís mañana... Quien sí puede informaros es el Gitano Cabal, que ha vivido toda su vida aquí abajo. Porque yo me fui a Madrid hace 30 años, a Getafe, y nunca he oído lo del búnker, tampoco lo del puente.. Pero mira - continuó el padre de Rocío, apuntando a la carretera por la que descendía un coche - Por ahí viene mi mujer. A lo mejor ella sabe algo, seguro.
Aspecto de la trinchera junto al Zújar. Se aprecian los refuerzos en sus bordes y las pizarras que la cobijan (Pinchar en la foto para ampliar la imagen) |
Tampoco. Su mujer desgranó los nombres de algunas personas que podían estar enteradas del asunto, aunque en esos momentos se encontraban todos no sé si en Puebla de Alcocer o en Cabeza del Buey, asistiendo a unas conferencias sobre la Constitución de 1812 y el papel de destacados extremeños en la redacción de la misma.
- Un hombre nos dijo que del barrio de la Ermita salía una pista que llegaba al río - intenté retomar mi tema.
- Mira, si queréis, subís con nosotros y os presentamos al Gitano Cabal. Ha vivido casi siempre en una finca de por aquí, al lado del Gualefra. Él os puede informar mejor que nadie. Yo sé que ahí enfrente, y allí, y allí detrás - señaló con el brazo extendido al otro lado de la ermita - hay muchísimas trincheras, aunque yo me fui a Getafe hace más de 30 años y nunca las he visto.
De nuevo, Sara, Alejandro e Itziar jugándose la vida entre los dientes de perro |
- Ya, ya.. pero es un poco tarde- protesté tímidamente.
Poco apoco se ocultaba el sol detrás de las colinas desarrollándose uno de esos lentos y espectaculares atardeceres que inundan de color el enorme y limpio cielo extremeño.
Rocío intentaba, sin éxito, hablar por el móvil. Imposible. No había cobertura en el valle.
- Mejor lo intentamos mañana, con más tiempo- dije, rindiéndome a la evidencia.
Carmen y Rocío se intercambiaron los números de teléfono con el objeto de transmitirse la información que pudieran recabar sobre los restos. Subimos al coche y los seguimos hasta el pueblo, deteniéndonos en el barrio de La Ermita.
Emblema de la 14 Compañía de Zapadores en una almena del búnker de Campanario (Pinchar en la foto para ampliar la imagen) |
-Esa pista llega hasta el río, como no sea esa... yo ya no os puedo ayudar más.. Aunque... espera un momento.
Carmen perseguía a Sara y Alejandro que no entendían lo que estaba ocurriendo y preferían corretear por la calle sin ver el peligro de los coches. Rocío me pasó el teléfono y me puso al habla con un amigo suyo que me podía informar, aunque solo supo contarme lo de los bunkers, ya conocidos, de Castuera y Benquerencia. Regresamos a casa preguntándonos cómo era posible que nadie conociera esos restos que difícilmente podían pasar desapercibidos..
Lo cierto es que los mismos hechos que motivaron su construcción pasaron sin pena ni gloria por los anales de nuestra historia militar. Todas las obras clásicas dedicadas al estudio de la contienda han pasado por alto, como de puntillas, por estos episodios, despachando los mismos, en el mejor de los casos, en un par de párrafos.
Curiosamente, todas las batallas o iniciativas que tuvieron lugar en Extremadura, se vieron enseguida eclipsadas por otras de mayor renombre. Así, el último gran choque de fuerzas que se dio en la guerra, la batalla de Valsequillo iniciada el cinco de enero de 1939, se vio silenciada, como veremos en otra entrada a este blog, por la campaña de Cataluña.
El Cierre de la Bolsa de La Serena o de Mérida tuvo lugar el mes de julio de 1938 y fue un conjunto de operaciones acariciado por Franco desde que cundiera el temor de que dicho entrante del territorio republicano en la zona nacional amenzara con romper en dos la parte dominada por su ejército, impidiendo la comunicación Norte-Sur por carretera y ferrocarril, y con el riesgo de que el ejército de Negrín alcanzara la frontera protuguesa dificultando el transporte de materiales y efectivos, aunque este podía continuar, eso sí, ralentizado, atravesando el pais vecino. Desde el 20 de julio, fecha en que se rompe el frente, hasta el 24, en que las tropas de Saliquet, procedentes del Norte, se encuentran en Campanario con las que dirigía Queipo de Llano desde el Sur, se produce un avance realmente espectacular, tomando importantes núcleos de población (Don Benito, Villanueva, Castuera, Campanario, las Orellanas...), habitado por unas 400.000 almas, y de una riqueza agrícola y ganadera no desdeñable. No en vano aquella región era conocida como el granero de la República.
Las ganancias obtenidas esos cuatro días de julio y los avances alcanzados por las tropas de Franco, se vieron mermadas y detenidos bruscamente cuando, el 25 de julio, el ejército republicano cruzó el Ebro dando comienzo la batalla más larga y cruenta de la guerra: la del Ebro. El desplazamiento de tropas desde Extremadura hasta Aragón, provocó que las conquistas recientes quedaran desguarnecidas, facilitando el contraataque gubernamental que tendría lugar entre el 9 y el 31 de agosto, y la consiguiente pérdida de parte del territorio obtenido.
Curiosamente, todas las batallas o iniciativas que tuvieron lugar en Extremadura, se vieron enseguida eclipsadas por otras de mayor renombre. Así, el último gran choque de fuerzas que se dio en la guerra, la batalla de Valsequillo iniciada el cinco de enero de 1939, se vio silenciada, como veremos en otra entrada a este blog, por la campaña de Cataluña.
El Cierre de la Bolsa de La Serena o de Mérida tuvo lugar el mes de julio de 1938 y fue un conjunto de operaciones acariciado por Franco desde que cundiera el temor de que dicho entrante del territorio republicano en la zona nacional amenzara con romper en dos la parte dominada por su ejército, impidiendo la comunicación Norte-Sur por carretera y ferrocarril, y con el riesgo de que el ejército de Negrín alcanzara la frontera protuguesa dificultando el transporte de materiales y efectivos, aunque este podía continuar, eso sí, ralentizado, atravesando el pais vecino. Desde el 20 de julio, fecha en que se rompe el frente, hasta el 24, en que las tropas de Saliquet, procedentes del Norte, se encuentran en Campanario con las que dirigía Queipo de Llano desde el Sur, se produce un avance realmente espectacular, tomando importantes núcleos de población (Don Benito, Villanueva, Castuera, Campanario, las Orellanas...), habitado por unas 400.000 almas, y de una riqueza agrícola y ganadera no desdeñable. No en vano aquella región era conocida como el granero de la República.
Las ganancias obtenidas esos cuatro días de julio y los avances alcanzados por las tropas de Franco, se vieron mermadas y detenidos bruscamente cuando, el 25 de julio, el ejército republicano cruzó el Ebro dando comienzo la batalla más larga y cruenta de la guerra: la del Ebro. El desplazamiento de tropas desde Extremadura hasta Aragón, provocó que las conquistas recientes quedaran desguarnecidas, facilitando el contraataque gubernamental que tendría lugar entre el 9 y el 31 de agosto, y la consiguiente pérdida de parte del territorio obtenido.
En el contexto de esta contraofensiva se localizan, entre otras, las fortificaciones nacionales de las que ya hemos hablado (Castuera y Zújar) y esta de Campanario. Ocupar, fortificar y vigilar una bolsa enemiga muy inestable en virtud de la rápida respuesta republicana, que desalojó entre el 23 y el 29 de agosto a la XX División nacional . La zona que nos interesa ahora, limitada al oeste por el río Guadalefra, al norte por el Zújar, al sur por una línea incierta más o menos paralela a la vía que une Campanario con Castuera, y al este por la carretera, desde su kilómetro 6 (posición Miraflores), que va de Castuera a la Puebla de Alcocer, es la que ocupó en su momento la División derrotada. Frente doblemente olvidado dentro del olvido general que cubre, como una niebla espesa, las operaciones militares que tuvieron lugar en la provincia de Badajoz..
A menudo me pregunto por qué me interesa tanto este episodio de nuestra reciente historia, teniendo más a mano otras batallas y campañas como la de Brunete, Madrid o el Jarama... que dan mucho juego y cuentan con una literatura más que suficiente para conocer el día a día de los combates. Superada o satisfecha por puro hartazgo la curiosidad que despertaba en mí toda la historia de la represión que llevaron a cabo unos y otros por estos pueblos, unido al simbolismo tan vinculado a la región y personificado en el Pascual Duarte de Cela, Jarrapellejos, las hermanas Izquierdo (Puerto Hurraco) o los tipos de Los Santos inocentes de Delibes, comencé no hace mucho a planteame una serie de cuestiones que intento dar respuesta aquí y en lo sucesivo.
La mañana del domingo 18, por fin dimos con el búnker. Como bien indicaba Manuel Gallardo, tomando la pista que parte del barrio de la Ermita, se llega al puente del Zangarrón. Esta pista, ¿sería construída por los ingenieros del ejército nacional? Este pequeño puente, que engaña bastante en la foto, es el primer hito en el camino, que salva un arroyuelo prácticamente insignificante, pero suficiente para entorpecer el transporte de materiales desde Campanario hasta el frente, situado un par de kilómetros más abajo. Siguiendo la carretera, y cruzando las puertas de una finca que, afortunadamente, estaban abiertas, nos encontramos a la derecha con los resos de un búnker, precedidos por un panel indicativo.
Es una fortificación de considerables dimensiones, de la que se conservan los muros de hormigón armado reforzados seguramente con planchas metálicas y con ese característico perfil acanalado que ya vimos en otros ejemplares, y los restos de un solado bastante rudimentario. Si lo comparamos con el ejemplar del Zújar, en perfecto estado de conservación, cabe preguntarse cómo ha llegado a ese estado de deterioro. ¿Es probable que fueran reutilizados sus materiales una vez acabada la guerra? ¿Se trataría de una fortificación inconclusa a causa de la proximidad de unas líneas enemigas muy activas? En el periódico El Frente, publicación más o menos regular que se editaba en Almadén y se repartía entre los soldados que luchaban en Extremadura encuadrados en las filas republicanas, leemos una noticia interesante. El 28 de agosto, en plena eliminación de la XX División, una veintena de aviones republicanos destruyeron una concentración de tropas nacionales en... Campanario. Sea como fuere, lo cierto es que este búnker dominaba un complejo de trincheras enemigas a muy poca distancia. De ser cierta dicha destrucción, Campanario no habría tardado en volver a pasar a manos republicanas, cosa que nunca ocurrió, aunque sí es cierto que, al igual que Castuera, fue un objetivo muy codiciado por el Gobierno en los meses siguientes a su pérdida, ya que constituían ambos dos importantes nudos de comunicaciones y está constatado por otras fuentes que sufrieron varios bombardeos. ¿Se trataría de una exageración más, como tantas que vertía la prensa de ambos bandos para animar a sus seguidores y desconcertar al enemigo? Lo que no llegamos a ver fue el puente de Tablillas que se encontraba un poco más abajo y que debe ser muy similar al del Zújar, también ubicado junto al bunker nacional. Pero... ¿qué unirían dichos puentes? Otra incógnita por resolver.
Es una fortificación de considerables dimensiones, de la que se conservan los muros de hormigón armado reforzados seguramente con planchas metálicas y con ese característico perfil acanalado que ya vimos en otros ejemplares, y los restos de un solado bastante rudimentario. Si lo comparamos con el ejemplar del Zújar, en perfecto estado de conservación, cabe preguntarse cómo ha llegado a ese estado de deterioro. ¿Es probable que fueran reutilizados sus materiales una vez acabada la guerra? ¿Se trataría de una fortificación inconclusa a causa de la proximidad de unas líneas enemigas muy activas? En el periódico El Frente, publicación más o menos regular que se editaba en Almadén y se repartía entre los soldados que luchaban en Extremadura encuadrados en las filas republicanas, leemos una noticia interesante. El 28 de agosto, en plena eliminación de la XX División, una veintena de aviones republicanos destruyeron una concentración de tropas nacionales en... Campanario. Sea como fuere, lo cierto es que este búnker dominaba un complejo de trincheras enemigas a muy poca distancia. De ser cierta dicha destrucción, Campanario no habría tardado en volver a pasar a manos republicanas, cosa que nunca ocurrió, aunque sí es cierto que, al igual que Castuera, fue un objetivo muy codiciado por el Gobierno en los meses siguientes a su pérdida, ya que constituían ambos dos importantes nudos de comunicaciones y está constatado por otras fuentes que sufrieron varios bombardeos. ¿Se trataría de una exageración más, como tantas que vertía la prensa de ambos bandos para animar a sus seguidores y desconcertar al enemigo? Lo que no llegamos a ver fue el puente de Tablillas que se encontraba un poco más abajo y que debe ser muy similar al del Zújar, también ubicado junto al bunker nacional. Pero... ¿qué unirían dichos puentes? Otra incógnita por resolver.
¿Qué verían los soldados nacionales desde esta tronera? Kilómetros y kilómetros de alambradas y trincheras, según el periodista del "ABC" (Pinchar la foto para ampliar la imagen) |
En la actualidad, la panorámica que se contempla desde la fortificación no puede ser más desoladora y lunar. Cuesta trabajo creer que un terreno yermo y estepario, como el que podemos ver hoy, motivara un enfrentamiento de semejantes características. Se baraja una cifra próxima a seis mil bajas como balance final de pérdidas humanas durante las operaciones, es decir, no hablamos de algaradas o simples encontronazos ni siquiera de rectificaciones de líneas. Tomada la fotografía este 18 de marzo, se aprecia un campo agostado, cubierto por ralas briznas de hierba y algún que otro lirio incipiente aquí y allá, productos de esta extraña primavera que padecemos. Más propio de finales de junio que de abril, provoca cierto estremecimiento imaginarse estos campos el mes de agosto. Varios autores coinciden en señalar que durante las operaciones del cierre de la bolsa se alcanzaron unas temperaturas de más de 45 grados centígrados, lo que unido a las tolvaneras y a los incendios provocados por la artillería debieron convertir la vida de los soldados en un auténtico infierno. Esas tropas aisladas, embolsadas, incomunicadas o con un abastecimiento bastante precario, ya que sus líneas de avituallamiento debieron estar constantemente batidas, serían fácil presa del pánico y el desaliento, provocando entregas y deserciones masivas.
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Continuando con el itinerario guerracivilero, y aprovechando el puente que disfrutábamos los madrileños, por la tarde nos acercamos a una de tantas trincheras que hay en las proximidades del Zújar. Yo ya la había visitado estas navidades, con nuestro amigo J. Antonio, pero Carmen no pudo venir en aquella ocasión, así que, con la excusa de recoger encendeura, esto es: piñas y ramas chicas para encender la chimenea, y siempre acompañados por Alejandro y Sara, todavía incapaces de oponer resistencia a participar en este tipo de iniciativas (no así Itziar que, con amables excusas, comienza a librarse de estos saraos), trepamos por el monte hasta coronar una colina desde la que se podía obtener una panorámica privilegiada de ese tramo del río.
Un tramo de la trinchera del Zújar. Se aprecian los bordes reforzados de la zanja y las pizarras que servirían, imagino, de abrigo y refugio a los soldados republicanos (Pinchar la foto para ampliar la imagen) |
A derecha e izquierda se extiende un terreno suavemente ondulado, surcado de arroyos que vierten sus aguas en el Zújar, donde predominan los pastos, el arbolado apenas existe y el silencio, horadado de vez en cuando por las esquilas del ganado, lo domina todo.
Panorámica a la izquierda, o al oeste, de la trinchera. Siguiendo la orilla del río, llegaríamos al búnker del Zújar. (Pinchar la foto para ampliar la imagen) |
A unos tres kilómetros, por la carretera que parte del pie de presa, saltando un par de alambradas, ascendimos unos 300 metros hasta llegar a lo que debió ser una de las líneas que quedaron en el interior de la bolsa. Se aprecian perfectamente los surcos excavados alrededor de una pequeña explanada que debía servir de observatorio. En algunos tramos, los bordes de estos surcos están reforzados por piedras, cuya perfecta alineación confirma que se trata de una obra del hombre, no un capricho geológico o simples torrenteras. La disposición característica de las pizarras a manera de dientes de perro sobre un sector de la trinchera supongo que facilitaría, por un lado, la protección de un sol inclemente mediante lonas que, a su vez, camuflarían gran parte del dispositivo haciéndole prácticamente invisible a la aviación enemiga. En la orilla derecha del Zújar se situarían las avanzadas nacionales que alcanzarían esas posiciones tras conquistar Orellana durante la campaña del cierre de la bolsa. Por lo tanto, no se debía tratar de una posición bastante cómoda, aunque el campo de visión era realmente extraordinario.
Con la lenta y dudosa luz del final de la tarde, dejamos atrás la trinchera y el páramo que la rodeaba, impresionados por pisar el mismo suelo que hollaron hace más de setenta años unos hombres, quizás apenas niños que protagonizaron un episodio de nuestra historia hoy injustamente olvidado. Quedan pendientes muchos asuntos que tratar y fuentes que consultar que probablemente arrojen un poco más de luz. Pido perdón por los errores que seguramente haya cometido al describir los hechos y agradecería todos los comentarios y puntualizaciones que el lector estime oportunas para esclarecerlos.
Más trinchera |
Alrededor de la explanada |
Otro sector de la misma trinchera |