miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿De derechas o de izquierdas? El "argumento triangular" de Friedrich A. Hayek como solución al eterno dilema

Friedrich A. Hayek
(1899-1992)
Últimamente, he llegado a una conclusión que, aún siendo salomónica, no deja de proporcionarme satisfacción. Es algo tan sencillo como lo siguiente: solo debemos aceptar lo que creemos errores de juicio, faltas o equivocaciones en aquellas personas de nuestro entorno más íntimo; en estos casos se impone la práctica de la tolerancia y la comprensión (que no asunción) más sincera del otro en su totalidad. Superado dicho ámbito, debería entrar en juego el rigor (en el mejor de los casos, la indiferencia), nunca la aceptación más o menos parcial de hechos, comportamientos o ideas que chocan frontalmente, violentamente incluso, con aquellos hechos, comportamientos o ideas que consideramos justas, habiendo sido alcanzado dicho grado de justicia después de una honda y severa reflexión.

Parecería que esta actitud desemboca directamente en la intolerancia, pero nada más lejos de la realidad. La ausencia de valores firmes, de sólidos principios está en la base de toda intolerancia, ya que cuando todo es relativo, cuando el suelo no es firme bajo nuestros pies, todo resulta cuestionable y, por ende, prescindible.

Optar por lo menos malo rindiéndose en la búsqueda de lo mejor es abocarse al fracaso.

Lord Acton, en su imprescindible Ensayos sobre la libertad y el poder, lo expuso con total claridad:

Lord Acton, escribió, desde
un cristianismo militante,
la inacabada Historia de la libertad
"Siempre fue reducido el número de los auténticos amantes de la libertad; por eso, para triunfar, frecuentemente hubieron de aliarse con gentes que perseguían objetivos bien distintos de los que ellos propugnaban. Tales asociaciones, siempre peligrosas, a veces han resultado fatales para la causa de la libertad, pues brindaron a sus enemigos argumentos abrumadores"

Con esta cita como bandera, comienza Hayek el último capítulo de Principios de un orden social liberal, que con el título "Por qué no soy conservador" aclara un buen número de dudas que pueden acometer a quienes se aproximan al pensamiento liberal en busca de refugio.

"Se suele suponer que, sobre una hipotética línea, los socialistas ocupan la extrema izquierda y los conservadores la opuesta  derecha, mientras los liberales quedan ubicados más o menos en el centro [el centrismo que no cesa]; pero tal representación encierra una grave equivocación. A este respecto, sería más exacto hablar de un triángulo, uno de cuyos vértices estaría ocupado por los conservadores, mientras socialistas y liberales, respectivamente, ocuparían los otros dos. Así situados, y conmoquiera que, durante las últimas décadas, los socialistas han mantenido un mayor protagonismo que los liberales, los conservadores se han ido aproximando paulatinamente a los primeros, mientras se apartaban de los segundos; los conservadores han ido asimilando una tras otra casi todas las ideas socialistas a medida que la propaganda las iba haciendo atractivas" p. 104

Un buen resumen de las tesis sostenidas
por el autor de Camino de servidumbre
Este "argumento triangular" marca unas distancias que nunca debieron ser ignoradas ya que, hasta el auge del socalismo, lo contrario al conservadurismo fue siempre el liberalismo.

"En un solo aspecto puede decirse con justicia que el liberal se sitúa en una posición intermedia entre socialistas y conservadores. En efecto, rechaza tanto el torpe racionalismo del socialista, que quisiera rehacer todas las instituciones sociales a tenor de ciertas normas dictadas por sus personales juicios, como del misticismo en que con tanta facilidad cae el conservador. El lberal se aproxima al conservador en cuanto desconfía de la razón, pues reconoce que existen incógnitas aún sin desentrañar... le consta que jamás el hombre llegará a la omnisciencia... reconoce lo poco que sabemos, rechazando todo argumento de autoridad y toda explicación de índole sobrenatural... se requiere un cierto grado de escepticismo para mantener incólume ese espíritu típicamente liberal que permite a cada uno buscar su propia felicidad por los cauces que estima más fecundos. De cuanto antecede en moido alguno se sigue que el liberal haya de ser ateo. Antes al contrario, y a diferencia del racionalismo de la Revolución Francesa, el verdadero liberal no tiene pleito con la religión, siendo muy de lamentar la postura furibundamente antirreligiosa adoptada en la Europa decimonónica por quienes se denominaban liberales. Que tal actitud es esencialmente antiliberal lo demuestra el que los fundadores de la doctrina, los viejos whigs ingleses, fueron en su mayoría gente muy devota" P. 117-119





sábado, 24 de septiembre de 2011

"San Camilo 1936" y "Discurso de la quiebra". CJ Cela

"La Guerra Civil".
Hugh Thomas
Con una mezcla de afán morboso y espíritu de emulación, me asomaba de niño a las páginas de los libros que sobre la Guerra Civil compraba mi hermano, ahora no sé si con el beneplácito o la resignación de mi padre. Por entonces me limitaba a leer los pies de foto, sobre todo aquellas fotos donde se amontonaban los muertos y los edificios bombardeados. De ahí no pasaba, pero era suficiente para sumirme en la desazón y el desconcierto. Entre todos esos mamotretos, recuerdo especialmente dos, quizá por su gran formato y lo impúdico de las ilustraciones. Uno era "España en llamas" o algo así (desconozco su autor) y el otro, en dos tomos, la historia de la guerra de Ricardo de la Cierva. También me vienen a la memoria "Tres días de julio", de Luis Romero o el ABC de la Guerra, coleccionable que se adquiría con el periódico y que pretendía ser el diario de aquellos años a través de sus ediciones nacional (Sevilla, en azul) y republicana (Madrid, en rojo).

También en fascículos leíamos la obra de Hugh Thomas, que concluía con un texto de Camilo José Cela: "Discurso de la quiebra", que no sé porqué los responsables de la obra no pusieron a modo de introducción o prólogo, o sea, en plan protector gástrico para evitar los efectos de una pesada digestión, siempre más efectivo que la sal de frutas después de una copiosa comida.

Tanto me debió impresionar su lectura, que una noche, en la terraza de la cocina, me dediqué a transcribirlo en un par de hojas cuadriculadas. No sé qué años tendría (su caligrafía es antediluviana, es decir, legible), pero lo guardé celosamente en una carpeta, y de vez en cuando volvía a leerlo. Debo decir que aun hoy, pasados los años y recuperado entre las páginas de la novela de Cela "San Camilo, 1936" (que compré y leí en 1986), me sigue conmoviendo.

En el epílogo de la novela, que es una charla-delirio en segunda persona con el "tío Jerónimo", subrayé un par de frases:

...los españoles tenemos que cuidarnos del propio español que llevamos dentro... para que no nos degüelle mientras dormimos...
el español es pirómano porque quiere borrar todo vestigio de su pasado, toda crónica de su presente y toda esperanza en su porvenir...
el español se avergüenza de su pasado porque teme a su presente y de desentiende de su porvenir... p. 326
..
... la estulticia de las fuerzas conservadoras sólo es comparable a la estulticia de las fuerzas revolucionarias, que también son fuerzas al servicio del retrogradismo aunque de signo contrario, las fuerzas revolucionarias no luchan contra las banderas los himnos las condecoraciones sino en defensa de otras banderas otros himnos y otras condecoraciones, aquí es donde quiebra la teoría y se entumece la voluntad p. 331

....esto no es sino una purga del mundo, una purga preventiva y sangrienta pero no apocalíptica, el fin del mundo se anunciará con signos muy claros e inequívocos... por ahora ningún signo se advierte, podemos irnos a dormir tranquilos, debe ser ya muy tarde, te aseguro que importa menos el sufrimiento que la conducta, vayámonos a dormir, debe ser ya muy tarde y el corazón se cansa de tanta necedad. p. 333-334

Muy acertado, ¿no?. Pues bien, ese mismo Cela, del que solo parece habernos quedado su snobismo, sus "salidas de pata de banco", sus groserías o su "colaboracionismo"; ese mismo Cela, capaz de alcanzar altas cotas de lirismo en "Mrs. Cadwell habla con su hijo" o "Pabellón de reposo", por ejemplo, escribiría unos 10 años después de "San Camilo" el "Discurso de la quiebra" que transcribo  íntegro (las negritas son mías) a continuación. Que aproveche.
"Cuando estaba en la guerra ignoraba que algún día, doblado ya el cabo de la Buena Esperanza de los años que me hayan de tocar cumplir y padecer y gozar, habría de esribir de la guerra; estas no son tampoco mis primeras palabras sobre el pavor. En el 1969, a los treinta años del último fragor de la contienda publiqué una novela, Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid, cuya dedicatoria decía: “A los mozos del reemplazo del 37,  todos perdedores de algo: de la vida, de la libertad, de la ilusión, de la esperanza, de la decencia. Y no a los aventureros foráneos, fascistas y marxistas, que se hartaron de matar españoles como conejos y a quienes nadie había dado vela en nuestro propio entierro.” Yo fui mozo del reemplazo del 37 y, sin comerlo ni beberlo, conmigo y con mis compañeros de quinta (y también con otros más jovenes o más viejos, claro es), tiraron al blanco en el campo abierto y en nombre de unos ideales o de los contrarios; a la mitad de aquella tropa juvenil se la comieron los gusanos y los cuervos del monte. La dedicatoria de mi novela no gustó a casi nadie, pero la mantengo, porque tampoco la puse para que gustase a nadie,  sino para que a alguien, a lo mejor, le remordiera un punto la conciencia. No me hago excesivas vanas ilusiones.
De las guerras suelen escribir los turbios oficinistas de la retaguardia, esos azuzadores de los más ruines y venenosamente domésticos instintos, y no los claros soldados que, salvo casualidad milagrosa, van para muertos. En las guerras, quiero decir en el frente, se pasa miedo y frío y, a pesar del miedo y del frío, lo que se quiere es llegar vivo a la noche con la esperanza de que se duerma la hidra gloriosa y redentora de todos los males; el señuelo con el que se anestesia a la tropa es la hidra gloriosa y redentora sin cuya invocada presencia no habría guerras, serían imposibles e inútiles las guerras. El miedo y el frío, el dolor y la muerte, la injusticia y la solemne pompa son nociones bajo las que subyacen muy fieros atavismos mágicos y religiosos, jamás políticos. Todos los españoles tendríamos que devolver, ¿a quién?, los laureles de la guerra civil, los crisantemos de la guerra civil, los dolores y los yerros de la guerra civil.
Debemos recordar siempre lo que queremos olvidar, en esto no valen licencias ni fintas ni titubeos, y los españoles debemos olvidar patrióticamente la guerra civil, esa zurra que nos condiciona las tres potencias del alma de la historia de España, la memoria de España, el entendimiento de España, la voluntad de España. O somos o no somos, pero los españoles no podemos seguir siendo regidos por los muertos. La demencia colectiva es contagiosa y, para que la pandemia se declare, basta con media docena de locos por bando; ésta es la quiebra de la cordura que, a diferencia de la insanía, no se pega, veloz como el sarampión. Hay que olvidar. Y si se vuelve a suplir la norma por la aventura, hay que volver a olvidar. Y así hasta el fín. Lo inteligente es el adecuado uso de la memoria, uno de cuyos empleos es no emplearla cuando no conviene.
Las guerras no se producen por olvido de las circunstancias que causaron las otras guerras, sino que se motivan por el falaz propósito de hacer coincidir la última guerra con la definitiva muerte y esclavitud del prójimo. Ese es el mal camino. La guerra debe de ser evitada como el fuego, esto es, ahogándola en la mayor fuerza del agua junta de todas las conciencias. Y la guerra civil es una maldición de Dios que, para castigar a un puñado de culpables, cae sobre mil cabezas inocentes. No recordemos la guerra civil; observémosla somo si hubiera sido una malaventura ajena y distante, y avergoncémonos de que haya retumbado sobre nuestro suelo, bajo nuestro cielo.
Homero, en La Ilíada, nos dice que quien ama la horrible guerra civil es un hombre sin familia, sin ley y sin hogar. Lucano en De bello civili, pregona: ¡Hacednos enemigos del mundo, pero apartad de nosotros la guerra civil!. Y Cicerón, en sus Filípicas, declara que cualquier paz es preferible a la guerra civil. Confieso que estoy con Homero, con Lucano y con Cicerón.
La política no es un recuerdo sino un proyecto. Enterremos a nuestro muertos-todos los muertos son nuestros, sin una sola excepción- y recordemos siempre aquello que, puesto que aconteció, quisiéramos olvidar. Nadie escarmienta en cabeza ajena, ni nadie, tampoco, aprende en las cicatrices de su propia carne. Pero olvidemos, olvidemos siempre; no perdamos la memoria de aquello que, con tanta humildad como patriotismo, quisieramos olvidar.
Los españoles que teníamos veinte años no hicimos la historia sino que nos limitamos a sufrirla y a pagarla a muy alto precio; muchos de mis compañeros de entonces hace ya cerca de medio siglo (no falta más de un lustro) que no pueden ni hablar ni respirar y que blanquean el  monte con sus huesos. En la cabeza del hombre no cabe ni una sola sola noción más válida ni más hermosa que la vida, y miente quien diga lo contrario.
Los conceptos demasiado solemnes y abstractos quiero decir los conceptos demasiado esplendidos -Díos, Humanidad, Libertad, Patria- también pueden servir de máscara al aventurero; el hombre corriente y moliente debe tomarse no pocas cuatelas para defender la paz, esa situación que no es mayúscula ni minúscula sino certera y tangible, tampoco mensurable.
Para apostar por la paz, hay que jugar al pelo y no a la contra. El mesianismo, del signo que fuere, conduce a la equivocada y radicalizada politización a cuya sombra crece el pálido hongo venenoso de la guerra civil.
Recuerdese que los ambos bandos en liza se llamaron el uno, antifascista, y el otro antimarxista. Nadie quiso luchar por la idea sino por la antiidea, esto es, por la derrota de la idea contraria, y así nos lució el pelo a los españoles.
Desterremos la anécdota personal del campo abierto en el que tan sólo debe darse pábulo a la razón. Quiero decir que mis muertos-y, como todos los españoles, tengo mis muertos- no interesan a nadie, a los cadaveres que encontré, les dí tierra, y a los que no encontré, les dediqué un recuerdo. Punto final.
No se trata de aliviar, sino de evitar, el dolor de España. En la más alta rama del ciprés de la sinrazón anida el pajaro agorero que sueña con ver, una vez más, a los españoles luchando con los españoles. No predico abatir el pájaro a tiros o a pedradas; supongo que quizá pudiera convencérsele de que además de la muerte, también hay otros paisajes y otras figuraciones, incluso más saludables y benéficas.
Sí, pasemos una esponja sobre el sentimiento y dejemos que la historia sea  estudiada por los historiadores. Que nadie se sienta paladín capaz de mover  la palanca de la historia; los hombres prefieren morir en la cama, y, a ser posible, en paz. El cupo de aventureros de cada país y cada generación tiene unos límites que resulta muy peligroso ampliar. Y olvidar la derrota de la conciencia no es volver la espalda a la historia sino vivificar el recuerdo que a todos alecciona y nutre.
¿Quién no sabe que la primera ley de la historia es no decir nada falso y no temer confesar la verdad?. Esto también lo dijo Cicerón.
Hugh Thomas ha escrito una historia sobre nuestra última guerra civil; sueño con que el adjetivo última no quiera decir última por ahora, sino última para siempre. Supongo que Hugh Thomas, habrá seguido el consejo de Cicerón, esto es, ni habrá dicho mentira ni habrá callado la verdad. A los españoles no nos queda sino olvidar nuestra propia vergüenza, nuestro mismo y hondo dolor; a los españoles no nos queda sino recordar siempre lo que debemos olvidar, lo que debemos querer olvidar aunque nos cueste cierto trabajo hacerlo.
Hace ya muchos años llamé a la memoria, quizá demasiado vaga y poéticamente, esa fuente de dolor. Bebamos, mañana tras mañana, en la fuente de nuestro propio dolor, repito, de nuestro mismo y hondo dolor, en las aguas que deben darnos fuerza para que nuestro dolor jamás vuelva a dolernos. Suframos, si es preciso, para embridar nuestro dolor.
El Petrarca decía que el sufrimiento es alivio del dolor, y para Leopardi, el alto poeta, todo es arcano, menos nuestro dolor. Que con las páginas que ahora se cierran, se cierre también un tiempo amargo.
Enterremos respetuosos a nuestro muertos en medio de un silencio humildísimo, y grabemos en nuestra conciencia política la norma elemental de que los españoles no podemos ser regidos por los muertos. La consideración de la muerte- dejó escrito el Padre Feijoo-, a quien no aprovecha para la enmienda solo sirve de tortura.
Los españoles debemos pensar muy seriamente en dejar de torturarnos"


!Qué viejos nos hacemos! Esta novela
la leí hace !25 años¡

jueves, 22 de septiembre de 2011

Jean-François Revel sobre los intelectuales

Estoy manejando la 3ª edición (1989), cuya
traducción es francamente mejorable
En el capítulo 12 de "El conocimiento inútil", Revel hace un estupendo análisis del intelectual, ya sea científico, pensador, teólogo o periodista. Poniendo en la paleta a Bertrand Russell o Günter Grass, pasando por Einstein, Joliot-Curie, Alger Hiss, Joseph Comblin y Leonardo Boff, entre otros muchos, elabora el gran cuadro de la defección del intelectual contemporáneo, de la dejación de su responsabilidad y de la malversación de un caudal de conocimiento que no se había dado con anterioridad en la historia.

Sería absurdo resumir en pocas líneas los datos aportados por el autor francés, pues se trata de rápidas pinceladas (no pensemos en las extensas biografías que recoge Paul Johnson en "Intelectuales") trazadas muy a menudo con humor e ironía, y siempre con una extraordinaria lucidez y valentía.

Dejo aquí algunos pasajes del capítulo titulado "El fracaso de la cultura".


"La gran desgracia del siglo XX será haber sido aquel en que el ideal de la libertad habrá sido puesto al servicio de la tiranía, el ideal de la igualdad al servicio de los privilegios, todas las aspiraciones, todas las fuerzas sociales comprendidas en un principio bajo el vocablo de "izquierda" enroladas al servicio del empobrecimiento y del avasallamiento. Esta inmensa impostura ha falseado todo el siglo, en parte por culpa de algunos de sus más grandes intelectuales. Ha corrompido hasta los más mínimos detalles el lenguaje y la acción políticos, invertido el sentido de la moral y entronizado la mentira en el centro del pensamiento" p. 294-295

"....querer cambiar por la fuerza una sociedad, de una sola vez, ignorando deliberadamente lo que es, constituye un comportamiento que supone, para existir, la sumisión de la inteligencia a la omnipotencia de la ideología" p. 315

"... solo tenían derecho a protestar contra la esclavización del pueblo polaco los que anteriormente habían apoyado a los autores del mismo, mientras que los que no tenían ningún derecho eran los que nunca habían sido sus cómplices. Los que han tenido el monopolio del error quieren reservarse también el monopolio de la rectificación del error. Además, lo presentan menos como una rectificación que como una "evolución", como la toma en consideración de elementos nuevos, para "salvar lo esencial""  p. 317

"...hemos visto muchas veces cómo el intelectual declina, en general, toda responsabilidad de las consecuencias prácticas de sus afirmaciones y también, tanto como es posible, toda obligación de prueba en la misma elaboración de su convicción" p. 319

"... lejos de corregir los defectos de nuestra civilización, los intelectuales los acentúan. Lejos de ser los médicos de nuestra enfermedad, son más bien sus síntomas. Lo que funciona mal en los intelectuales revela lo que funciona mal en toda la civilización. Ellos aumentan las características" p. 329

"Si los hombres del saber tienen una mayor responsabilidad que los demás en el fracaso de la cultura -es decir, en la negativa a hacer servir para el análisis y la toma de decisión  las informaciones de que disponen- no es menos cierto que ese fracaso ha sido posible en última instancia a causa de la pasividad de todos los demás hombres, cuyo miedo a saber llevaba al deseo de ser engañados. Pero lo menos que se puede decir es que los intelectuales, en general, no hicieron gran cosa para hacerlos salir de su engaño" p. 330

"La lucidez retrospectiva y la valentía retroactiva son una de las formas del conocimiento inútil" p. 331

"¿No es desconcertante y preocupante... que una de las bestias negras de los intelectuales desde hace tres siglos haya sido lo que ellos llaman, peyorativamente, el individualismo? Salvo un puñado de ellos, consideran también ... la libertad individual como un enemigo personal. Pero ¿no debería ser al contrario? ¿No es la cultura el medio, para cada uno de nosotros, de conquistar la autonomía de juicio y de la opción moral? ¿No debería ser el pensador el que nos precediera y nos abriera camino en la conquista de la autonomía? ¿Por qué, en vez de enseñarnos a ser libres, se vuelve contra nosotros y quiere someternos al sistema que él ha concebido?...lo que la mayoría de los intelectuales... llama el triunfo de la cultura es la facultad de imponer sus concepciones a todos los demás hombres, y no la de liberarlos intelectualmente, poniendo a su disposición los medios de pensar por ellos mismos de manera original. Si la mayoría de los intelectuales que viven en las sociedades liberales odian esas mismas sociedades liberales, es porque éstas les impiden apropiarse enteramente de la dirección del prójimo" p. 334

"En la civilización liberal cada intelectual no es más que un individuo que se dirige a otros individuos, los cuales son libres de escucharle o de no hacerle caso, de aprobarle o desaprobarle. Cada día, el trabajo de persuasión del público debe empezar de nuevo. !Qué fatiga y qué angustia¡ ¿Quién de entre nosotros no ha soñado en trocar esta precariedad por la comodidad de un Lyssenko, de un Heidegger, recibiendo el apoyo del aparato del Estado para neutralizar a todos los contradictores?" p. 338


Jean François Revel (1924-2006)

martes, 20 de septiembre de 2011

La Guerra Civil en Castuera... Rectificación de errores

Rafael Moreno, miembro del Colectivo Guadarrama, me comunica que se ha colado un error en mi comentario sobre las Jornadas de Castuera del sábado. Y no es una pequeña equivocación o "desliz", como él mismo dice de forma bondadosa. Se trata de adjudicar la construcción de los fortines de la posición o paraje Miraflores a los ingenieros republicanos cuando, en realidad, fueron obra de los nacionales. Muchísimas gracias por la necesaria aclaración, pues, efectivamente, no es lo mismo atacar que resistir, aunque se trate de frentes estables como aquel.

En otro orden de errores, también me he lucido al anotar que los 30 jóvenes que contuvieron durante unas horas en el palacio de Ayala la acometida de los milicianos, fueron asesinados esa misma tarde, cuando, en realidad, fueron fusilados en las tapias del cementerio el 15 de septiembre, como bien recordó Luis Vicente Pelegrí en el homenaje.

En fin, ofrezco desde aquí mis disculpas y agradezco todas las precisiones que estiméis oportunas.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La Guerra Civil en Castuera. Jornadas de historia. 17 de septiembre de 2011



Cartel de las Jornadas

Hace tiempo me comprometí a no volver a las andadas. Leer (o discutir) sobre la represión durante y después de nuestra guerra, calibrar el número (y "calidad" de los) muertos, o analizar las sobradas razones argüidas por los "seguidores" de los defensores de cualquiera de los bandos para justificar sus fechorías me provocaban tal ansiedad que decidí, por puro y sano egoismo, abandonar lecturas y rehusar polémicas.



El historiador Ángel David Martín Rubio,
uno de los organizadores, no pudo
asistir por asuntos familiares graves. Desde aquí
le enviamos nuestro recuerdo
Hasta que un buen día me topé con un artículo de Ángel David Martín Rubio sobre el tren de Quintillo, del que jamás había oido hablar. Debo aclarar que desconocía casi absolutamente la biografía de Ángel David. Sabía que era sacerdote y autor de, entre muchos otros, Paz, piedad, perdón... y verdad, uno de los libros más valientes de los últimos años... Poco después, Manuel Barragán volvió a colgar en su blog la convocatoria de la Jornada de historia que iba a tener lugar en Castuera (Badajoz) sobre "Política y propaganda en la retaguardia republicana. Extremadura, 1936-1939", organizada precisamene por AD Martín Rubio, el Foro Historia en Libertad y el Colectivo Guadarrama. Todo esto ocurría la semana anterior al puente madrileño de la Melonera.

¿A qué estaba esperando? Era como una llamada a la inmersión: tenía que acudir para renegar ya de todo aquello con pleno conocimiento de causa o dedicarle una atención más seria o científica, o.... Así que sacrificamos esos tres días festivos y nos fuimos los cinco al Zújar el viernes 16.

Y no me arrepiento.



Luis Vicente Pelegrí nos describió el ambiente
de las primeras horas de la toma de
Castuera por los milicianos
el 25 de julio de 1936

En resumen. Comenzó la Jornada en las puertas del cementerio de Castuera, más cerca de las 12h. que de las 11h. previstas inicialmente, de la mano de Luis Vicente Pelegrí. De forma magistral nos narró, casi recreó, la toma de la población por los milicianos llegados en tren las primeras horas del 25 de julio de 1936 y nos mostró los muy escasos restos que todavía se pueden ver de aquellos hechos en el camposanto, que enseguida quedó en primera linea del frente. En todo momento estuvimos acompañados, o más bien vigilados, por dos fotógrafos-arqueólogos de la memoria histórica oficial que bien podían haber sido figurantes en cualquier manifa del movimiento 15-M, a tenor de su uniformidad. Esta pareja desapareció en el momento en que se dedicaba un recuerdo y una oración a los caídos durante la guerra, y no volvimos a ver sus rastas en todo el día.


A continuación, nos dirigimos al centro del pueblo, a la Plaza de España; visitamos el Casino, entonces palacio de Ayala, donde los 30 jóvenes falangistas que defendieron Castuera una vez desguarnecida la población del destacamento de la Guardia Civil (que tomó el tren, camino de Villanueva, minutos antes de llegar las milicias), fueron copados y capturados (serían fusilados esa misma tarde); nos acercamos a la casa donde Miguel Hernández, en su breve estancia en la localidad, se encargaba de la revista Frente Extremeño...




Javier Esparza disertó sobre las raíces de la
represión
en la España frentepopulista


Hacia el mediodía, en los locales del restaurante "El Paraíso", José Javier Esparza pronunció una conferencia en la que desgranó los fundamentos de la represión llevada a cabo en la retaguardia republicana, desenmascarando el tan manido carácter de espontaneidad y descontrol que le ha adjudicado la historiografía al uso los últimos 30 años.



Fortín construído por los nacionales en el
Puerto Mejoral, en las proximidades de Benquerencia.
En la sierra que se ve
al fondo, se encuentran nunerosos restos

Después de comer, Rafael Moreno hizo una interesante presentación de la arqueología de los restos de la Guerra Civil, y ya con Carmen y los niños, visitamos algunos de los que se encuentran en los alrededores de Castuera

Vimos uno de los que se encuentran en Puerto Mejoral, un refugio dentro del complejo del aeródromo que instaló la aviación republicana en la misma zona y, por último, otro fortín republicano de la "posición Miraflores"

Es de admirar el buen estado de conservación que presentan, cuando, en el mejor de los casos, solo se ha hecho un someroi nventario de los mismos.







Entrada del refugio excavado en el aeródromo
de Benquerencia




A los pies de Benquerencia, en una llanura a propósito,
se construyó un aeródromo del que solo se conserva
el refugio y la casa de mando, edificación anterior a la guerra








Casi de noche, uno se pregunta cómo transcurriría
un día cualquiera en la vida de los soldados
que defendían esta línea de la posición Miraflores 

El resto que más me llamó la atención fue el que nos describieron LV Pelegrí y Rafael Moreno a última hora de la tarde y que, si no recuerdo mal, se conoce como "posición Miraflores". A unos 3 Km. de Castuera, en la carrtera que conduce a Puebla de Alcocer y al Zújar, se encuetran tres fortines con su correspondiente trinchera, que levantaron los ingenieros del ejército republicano. Digo que me llamó la atención porque hemos pasado por delante de esa línea de defensa miles de veces y jamás nos habríamos imaginado que esa carretera cruzaba un frente de batalla más o menos activo hasta el final de la guerra. Por otro lado, el nombre que recibe, Miraflores, tratándose de un paisaje prácticamente lunar y desolado resulta, en el mejor de los casos, chocante.






Nuestro hijo Alejandro encaramándose a un fortín
de Puerto Mejoral





¿Dónde demonios estarían las flores?
Aunque lo yermo del paisaje estival se convierte en
invierno y primavera en un escenario de lo más british.
Confieso que me gustan las dos modalidades


Aunque apenas se habló de política y propaganda, como rezaba el título de la reunión, resultó ser una jornada bastante enriquecedora por la calidad de las aportaciones. En cierto modo, ha servido para reconciliarme con el asunto y despertar en mí un interés por la arqueología de la guerra hasta ahora inédito. Espero, y deseo, que esta sea la primera de unas jornadas que puedan celebrarse con regularidad y total normalidad.




Nuestra hija Sara, ajena al drama que se desarrolló
bajo sus pies durante la guerra, posa en lo alto de un fortín

P.S. El "reportaje fotográfico" se lo debemos a nuestra hija mayor, Itziar.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

De villancicos y payasos. Víctor Manuel y Ana Belén

Desde luego, más cara de buena gente no podía
tener el neñu. Poco más de 30 años después,
 abrazará emocionado a Rodríguez y se entregará
al gesto de la cejita
No voy a entrar en la trayectoria de Víctor Manuel y Ana Belén. Ellos son responsables de sus actos y de las posturas políticas que adopten, y sabrán encajar las reacciones que unos y otras provoquen entre el público.

Pero al hilo de la última entrada de Manuel Molares do Val en su blog Crónicas bárbaras, me han venido a la cabeza tres canciones que, seguramente, conocerá todo el mundo.

Los villancicos de Víctor Manuel, grabados en 1969 (Belter), son de escucha obligada en casa todas las navidades. La inocencia aproximadamente astur de "El portalín de piedra" y la novia lloriqueando junto al Belén de "Ya se escuchan las panderetas" son francamente entrañables.

Por otro lado, y aquí cuelgo el video tal cual, aún no se le ha hecho justicia a Ana Belén por su interpretación magistral, junto a Fernando Rey incorporando al payaso, en esa película inolvidable, "Zampo y yo" (1965). De la cinta, me quedo con la canción "Muy cerca de ti", versionada hacia 1980 por Alaska. La original, la que cantaba Ana B., nos hemos hartado de oirla este verano en el coche, pues a mis hijos les encanta. ¿No será deudor nuestro pop de los primeros 80 de esa canción, compuesta por Algueró e interpretada por la niña prodigio junto al grupo "Los Shakers"?.

Atención al skyline madrileño



lunes, 5 de septiembre de 2011

El discreto encanto de Almudena Grandes

Me está bien empleado por meterme donde no me llaman.

Esta mañana tuve la genial idea de ojear el periódico que, abandonado en la barra del bar, imploraba la clemencia de algún lector bienintencionado que le eligiera a él en lugar de los gratuitos que lo inundan todo con su griterío. Y, además, era "El País": curiosidad más morbo: mezcla explosiva y poco aconsejable. La contraportada de la edición de hoy la encabezaba la foto de la sinpar Almudena Grandes que recogía en un título llamativo, Dinosaurio, su reflexión del lunes.

Sí, la culpa es mía, a nadie se la endoso. 

La pobre Almu no sale de su asombro ante lo vivido el mes de agosto: "agresividad ultracatólica,  ...brutalidad policial,  ...pasteleo parlamentario". Las salvajes hordas vaticanas y los intentos de resucitar la Restauración, que queda elegantemente descrita como "clima de un Parlamento podrido donde todos los principios estaban en venta, la hipócrita alternancia bipartidista que apenas cubría sus vergüenzas con ardientes discursos y gestos para la galería", no son más que lamentos de despecho ante el descubrimiento tardío de la inanidad del amado, ("Zapatero no tiene ni el talento, ni la capacidad, ni el coraje de Negrín"), por cuyo engrandecimiento tanto luchó en su día. Como una loba herida, reparte dentelladas a diestro y siniestro ("esas bandas terroristas conocidas como mercados y agencias de calificación") dejando en tristes mantillas la descripción que hizo Juan Goytisolo en su novela "Fiestas" del Congreso Eucarístico de Barcelona de 1952

Nunca mais

domingo, 4 de septiembre de 2011

Ya estamos de vuelta... y todo sigue igual (o peor)

Despues de un mes de vacaciones por tierras de Badajoz y Huelva, voluntariamente ajenos al rifi-rafe diario de la política y sus anejos, volvemos a casa a enfrentarnos con los encantos de la vida cotidiana.

A través del estrecho ventanuco abierto por la TDT de una zona poco poblada de la provincia de Badajoz, nos llegaban noticias de lo más variopinto:

1. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) resultó ser una reunión multitudinaria de cerdos que dejaron el aeródromo de Cuatro Vientos lleno de desperdicios (incluidos preservativos, !válgame Dios!, y comida preparada), además de costarnos un dineral inadmisible y condenar a la bancarrota, a la quiebra, a numerosos empresarios madrileños (por ejemplo, los taxistas). Bien claro lo dejaron las espontáneas manifestaciones de "seglares" que, sin ninguna mala intención, coincidían con los peregrinos (¿"regulares", o sea, frailes y monjes?).

2. El Gobierno, siempre al quite de nuestras inquietudes y necesidades, tomó la valerosa decisión de reformar la Constitución, gesto audaz e intrépido que impedirá que nuestras comunidades autónomas, tan sobrias y austeras, tengan la tentación de endeudarse(nos) más de lo necesario.

3. ¿El 15M? Por lo visto, gozando de esa excelente salud que nos proporcionará unas exquisitas jornadas otoñales.

¿Todo sigue igual, pues? No, un poquito peor