viernes, 1 de julio de 2011

Cinco años sin Oriana Fallaci (1929-2006). La útima indignada

Me gusta esta foto tomada a la Fallaci
 en los años 60. Típica belleza italiana con una
mirada que impresiona, entre
melancólica y cargada de fuerza

Imagino a Oriana en su apartamento de Nueva York, frente a la máquina de escribir, encendiendo un cigarro con la colilla del anterior, aporreando la olivetti de forma febril y atropellada, no debo olvidar nada, en una carrera contra el reloj de la vida que se le va poco a poco y ella lo sabe, el cáncer, el Otro, la está consumiendo, ha abandonado todo tratamiento, así como el manuscrito, mi niño, fruto de la investigación sobre su familia llevada a cabo en archivos y bibliotecas de Europa y Estados Unidos, si yo no lo digo, nadie lo hará....

A través de la ventana se puede ver todavía la polvareda levantada tras el derrumbe de las emblemáticas torres gemelas el 11 de septiembre de 2001.

Segunda entrega de la trilogía formada
por La rabia y el orgullo (2004) y Oriana Fallaci
se entrevista a si misma. El Apocalipsis (2005)

Pero ella continúa, se alimenta de tabaco y café, y mientras el cuerpo aguante las embestidas del otro, va alargando lo que empezó siendo un artículo de encargo, que sirvió para rescatarla de su ostracismo voluntario, desgranando protestas, ¿es que no veis lo que está pasando?, Pepito Grillo debilitado y casi sin aliento, ilustrando sus argumentos con recuerdos y vivencias, llamando a la puerta de una conciencia dormida y autocomplaciente, la de la cultura occidental que ha abandonado sus raíces en aras de un buenismo, de una tolerancia mal entendida que, más temprano que tarde, pisoteará dos mil años de historia haciendo añicos el mundo que conocemos.

Y no deja títere con cabeza, desde el integrismo islámico, a la clase política europea y los "intelectuales", pasando por la Iglesia católica que, timorata por las consecuencias que sus actos y declaraciones puedan desencadenar, cierra los ojos al ruidoso choque de civilizaciones al que estamos asistiendo y se inhibe ante la proliferación de mezquitas en Europa. Y no se recata a la hora de traer ejemplos, rozando el morbo en la descripción de las persecuciones, degollaciones, violaciones y asesinatos perpetrados sobre la población, tanto árabe como occidental, por elementos fanatizados, pero que reciben la aprobación y el apoyo "moral" de muchos europeos y americanos que, bajando los ojos, convierten a esas víctimas inocentes en paganos de unas supuestas e imaginarias deudas contraídas por Europa y USA con los países árabe-islámicos, aherrojados y exprimidos por 200 años de colonialismo feroz y capitalismo salvaje.

Oriana con las, todavía en pie,
Torres gemelas al fondo 
Porque Oriana se puede permitir eso y mucho más, no solo por estar apurando los últimos meses de una vida más o menos consciente, si no también por haber sufrido en su primera juventud los coletazos de la 2ª Guerra Mundial y haber asistido, en su calidad de periodista, a todas las guerras que nos ha brindado la segunda mitad del siglo XX, cubriendo otros acontecimientos importantes como la masacre en la Plaza de las Tres Culturas de Méjico (octubre de 1968), donde recibió un disparo y se le dio por muerta, los conflictos en el Próximo Oriente donde fue encerrada por los fedayines en un polvorín poco antes de un bombardeo de la aviación israelí... La Fallaci puede exhibir su rabia y su orgullo porque ha sido perseguida en su propio pais, acusada de ofender al Islam, siendo acogida por Estados Unidos, donde reside casi de forma anónima desde los años 90, conviviendo con el cáncer de pulmón y trabajando en lo que será su obra póstuma

Un remanso de paz
después de la batalla
Interrumpir la redacción de Un sombrero lleno de cerezas para atender las demandas terapéuticas del cáncer e intelectuales de los atentados de 2001 debió ser horrible para Oriana Fallaci. El placer con que está escrita esta novela-río solo es comparable al que se obtiene con su lectura. Y lamentamos que no llegara a terminarla. Con su estilo tan característico, nos narra la historia de su familia como si de una novela de aventuras se tratara. Viajamos a Italia, el Oeste americano, a Túnez, Barcelona,  Salt-Lake City... Detrás de todo ello hay un auténtico trabajo de investigación histórica para recomponer las distintas ramas familiares. Trabajo que debía compaginar con las sesiones de quimio y lo parones consiguientes

La última indignada

Desde luego, hay que tener mucho valor y unos principios tremendamente arraigados para embarcarse en la elaboración de la trilogía a sabiendas que tus días en este mundo están contados. Su denuncia de la sumisión de la mujer por las normas islámicas, sus protestas por el silencio cómplice de mucha gente ante las barbaridades cometidas en Oriente medio, su defensa denodada de los fundamentos del liberalismo laico, y de Estados Unidos como casi única potencia que los defiende/defendía dentro y fuera de sus fronteras, hacen de Oriana Fallaci la última indignada, cuando tan necesitados andamos de personas como ella.

1 comentario:

Mario dijo...

Siento llegar tan tarde a esta entrada Nachete, pero poco a poco te voy siguiendo.
Que decir de Oriana sino que era genial, por su coraje, por su prosa, por sus ideas...Es muy triste que te enfrentes con la verdad a este mundo hipócrita que mira hacia otro lado respecto a la dictadura de lo política y socialmente correcto y te tachen de fascista, xenófoba y calificativos por el estilo. Afortunadamente su mensaje no fué para muchos como yo una voz en el desierto y me comprometo a que siga vivo cada vez en más gente.